CRÍAS

 

La náusea, las tripas dando vueltas, la esquirla de la furia en cada comentario azorado del país.

La noticia del niño de cinco años brutalmente asesinado a golpes por la madre y su pareja, de la que cada vez se conocen más datos espeluznantes nos pone en pie de guerra.

Ningún derecho de ese niño fue respetado. Ni siquiera ahora, cuando nos siguen brindando más detalles escabrosos sobre sus padecimientos.

No es necesario, ya está. Con saber que lo mataron a golpes alcanza y sobra para imaginar la dimensión del tormento al que fue sometido por las lacras ¿humanas?.

La madre, obvio, la primera responsable. Y su pareja.

Pero ¿dónde estaba el padre que nunca vio un moretón, una herida, una huella de las bestias en ese cuerpecito? ¿El resto de la familia?

Menos se entiende que el sistema de salud – centros y hospitales donde lo llevaron herido en cinco oportunidades en menos de dos meses- no haya detectado el abuso y frenado la violencia.

Dicen las crónicas que le pegaban cuando volvía del jardín y alguna vecina había denunciado pero los policías al acudir, se equivocaron de casa.

¿Tampoco la maestra vio nada? ¿el resto de los vecinos? ¿Y qué hay de la policía que va de la omisión a la prepotencia sin matices?

¿Qué hay del Estado todo a través de sus organismos competentes?

La brutalidad y además la indiferencia de un montón de gente que cobra sueldos y hace mal, pero muy mal, su trabajo.

La violencia hacia las infancias es la más invisible de todas.

Por siglos el coscorrón/chirlo/golpe/cintarazo/paliza fue una forma de educación en la mayoría de los hogares, pero ese antes ya sucedió hace muchas décadas.

Aunque parece que no, porque la violencia sigue vivita y coleando y se reproduce disfrazada, también en tantas formas de la indiferencia.

Las imputadas son dos infanticidas sin alma que merecen todo el castigo social y de la ley.

Pero la lupa tiene que agrandarse porque el tema es tan vasto que nos involucra a todos, aún a los que no estando cerca alguna vez vimos agresiones a chicos y no actuamos.

Lucio fue víctima de una tragedia inenarrable, una tortuosa red de absoluto desequilibrio y de omisiones.

Hubo gente pretendiendo que toda esa maldad y odio surgen de la condición de lesbianas de las asesinas o peor aún, del feminismo.

Y lo afirman sin ponerse colorados.

Eso de usar tamaña tragedia para destilar odio sobre quienes eligen vivir diferente es de la Edad Media.

La violencia y miseria humana tienen muchas caras, mirémonos al espejo que en alguna entramos.

 

( Patricia Patocco, diciembre de 2021)

 

 

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