JOSÉ ARAMAYO, EL IRREVERENTE

 

José “Pepe” Aramayo, periodista, fue un hombre de buen humor.

Era unos de sus signos preponderantes, quizás el más eficaz antídoto contra las tristezas de la vida.

Amigo de todo el mundo, iba siempre saludando y juntando gente: los amigos de la infancia, los de la secundaria, los de la universidad, los de cada trabajo que tuvo.

Fue respetuoso de los periodistas mayores de los que fue muy amigo: Carlos Vernazza, Eduardo Wilde, Polo Cobos, pero siempre tenía tiempo para descubrir a alguna joven promesa y enseñarle el ABC del laberinto de los medios de comunicación.

Inventor de proyectos continuos, de suplementos, de ciclos, de ideas irrealizables pero también de varias otras llevadas a la práctica con éxito, fue sobre todo, un periodista de los buenos, que sabía indagar, investigar, preguntar, repreguntar y luego, subirse a su pluma y dejarla volar.

Brilló en la sección Galería y Espectáculos de diario El Tribuno en los años ochenta donde armaba cada día en la pared collages con recortes y bromas sobre el acontecer diario para sus compañeros, hasta que desgajó su camino hacia otras rutas.

Pero no había caso, porque el periodismo siempre lo convocaba y se encontraba justamente unas semanas atrás pergeñando una nueva idea para volver al ruedo, procupado por el destino del periodismo actual como sostén de la democracia.

La noticia de esta mañana se esparció rápido por la ciudad aunque parecía un chiste de los suyos, irreverente y muy negro como los que hacía, pero chiste al fin. ¿Cómo que falleció? y de verdad que casi no podemos creerlo todavía…

¿Quién?, ¿el que contestaba el teléfono afectando la voz y presentándose con triples apellidos?, ¿el que visitaba y llevaba a pasear los domingos al periodista anciano que vivía en un asilo?, ¿el hombre preocupado por organizar el gran almuerzo para los amigos?, ¿el periodista convencido de la importancia de la profesión bien llevada adelante?.

Todos ellos en él y más.

Un periodista de lujo que hacía periodismo aún sin escribir, que murió pensando en reunir a periodistas amigos para debatir la democracia, el que con toda la generosidad de su juventud me llevó alguna vez al diario El Tribuno para que hiciera las primeras letras de esta vocación compartida.

Hace mucho que no nos encontrábamos.

Las intermitencias que provocó el virus nos fue sacando a todos un poco de las calles y a él se lo llevó hoy, definitivamente a algún otro sitio en el que estará organizando una gran reunión con quienes lo precedieron.

Queda su voz en mi teléfono contando con entusiasmo los detalles “off de record”de su próximo proyecto. Desde el mismo número de celular sus amados hijos invitan a acompañar sus restos mañana, 27 de mayo al crematorio y prometen como él lo hacía´”…de todas maneras, tal como quería mi papá, en algún momento haremos una comilona para despedirlo festejando con toda la gente que lo quiso”

Su humor, su humor…tan José Aramayo, aún en la despedida.

(Patricia Patocco, 26 de mayo de 2021)

 

 

 

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