BANDA DE SONIDOS

 

La noticia de la muerte de Pablo Milanés en el Día internacional de la Música, recorrió los portales temprano, casi con la misma celeridad que el fastidio por la primera derrota de Argentina en el mundial de Qatar.

La nostalgia, me llevó instintivamente a buscar uno de sus temas. Y uno llevó a otro y a otro más.

Y es que allí está Pablo junto a Silvio Rodríguez, en los tempranos 80, cuando se lo conoció en la Argentina de la mano de Mercedes Sosa y la trova cubana empezó a circular en cassetes clandestinos, hablando de amor y revolución en tono de poesía.

Uno de ellos entró a casa y mi padre, se sentaba cada noche en su sillón reclinable, a leer el diario y escucharlos bajito, una y otra vez, como un mantra en la noche oscura.

He pensado mucho en mi padre por estos días.

A comienzos de noviembre estuve en un acto celebratorio. A pocos metros, la Fanfarria del Alto Perú de los Granaderos a Caballo tocó los acordes de la Marcha de San Lorenzo.

Seria, con la compostura que se requiere para esos actos sentí de pronto una electricidad en el cuerpo que me hizo tragar saliva y apareció nítida la escena de la niña de tres años que le hacía monerías al Granadero – solo porque le habían explicado que, en las guardias, ante la importancia de su tarea, debían permanecer firmes, casi sin pestañear, sin reír y ella se propuso desafiar tamaña imposición.

Obviamente, sin resultados.

Un micro instante, una intuición y supe que mis padres estaban allí de alguna manera extraña.

Los himnos de la infancia, las utópicas rebeldías de la juventud, la música, dispara esas epifanías que todos tenemos a veces y que sólo el corazón reconoce.

He pensado mucho en mi madre por estos días.

Quizás no los he dejado de pensar en todos estos años y aprovechan la música para hablarme secretamente al oído.

 

(Patricia Patocco, 22 de noviembre de 2022)

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