Antes de llegar a la Capilla Sixtina, hay que recorrer todo el Museo Vaticano.
La historia se desgrana entonces, de Egipto en adelante ( gracias a lo que arrebató Constantino…si, aquel de Constantinopla), en efigies, momias, esculturas, pinturas y mucho más.
A partir de ese período, cada escultura de cuerpos masculinos, aparece pudorosamente tapada con una hojita de parra, como si fueran Adanes vergonzosos y peor aún, algunos con los penes cortados.
¿Será la misma lógica la que habrán esgrimidos los policías que en Argentina corrieron a la chica que amamantaba a su bebé en una plaza?, ¿la de la vergüenza por el cuerpo desnudo?
Porque…¿qué hay más natural que amamantar a un hijo con hambre?
Desde todo punto de vista hace ruido la acción.
Desde el feminismo que esgrime la libertad de la mujer para dar o no dar la teta. Desde el machismo biologicista que apela a la “naturaleza” de la hembra. Desde la perspectiva de época que avala y promueve los implantes, la pornografía on line, la lencería erótica, el deseo, el deseo, el deseo…
En el mayo francés del 68, las mujeres se deshicieron de los corpiños mostrando su libertad, sus cuerpos libres.
En el julio argentino del 16 (no antes de Cristo, ahora, del 2016), las mujeres salieron a las plazas, colectivamente a amamantar a sus hijos para mostrar que, aunque les sigan marcando qué, cuándo y cómo hacer con sus cuerpos, ni falta les hace.
Y aunque les guste más dar la teta en la intimidad, salieron a las plazas en pleno invierno.
Ellas saben, no necesitan que les digan cómo, así criaron a la humanidad y sin tanta hojita de parra. Faltaba más.
Quizás sea solo ignorancia, pero ¡qué vergüenza da tanta ignorancia! (P.P.)