Hay gente que le ha errado a la profesión.
Por caso, la jueza del caso Maradona.
Ella debe haber pensado en algún momento, mientras le “arreglaban la carita” que estaba para otra cosa.
Tentada con la andanada de yoísmo de las redes sociales, esas que vemos como un río que avistamos de lejos, que se acerca más y más, nos rodea y de pronto, nos lleva navegando en él, hasta que un día también nos tiramos al río.
Como si no bastaran los arduos años del estudio del derecho, las clases en la universidad, la prosapia de familia de abogados, los concursos rendidos, como si no fuera suficiente, ni honroso.
¿En qué momento una jueza que está en la mira de miles piensa que puede salirse de su rol de ese modo?
Quizás se vio ella también como modelo o sintió que su protagonismo venía del lado de la actuación.
Y encima habrá pensado que es fácil. La naturalidad parece fácil, pero no lo es. La actuación requiere de muchos años de aprendizaje para resultar creíble.
Para colmo las redes sociales han traído la información al instante. Porque primero nos enteramos por Twitter. Mañana lo vemos en la tele y pasado en el diario. ¿Cómo no no íbamos a enterar?
Pero no solo eso, las redes traen hace tiempo todo con un grado de desinhibición tan alto que permite ver a los exponentes de Gran Hermano peleándose en calzones tanto como a una jueza erigida en protagonista de un documental sobre uno de los juicios más dolorosos e importantes de la historia argentina.
Beatriz Sarlo, en su libro “La intimidad pública” analizaba ya en 2018 estas verdaderas “epopeyas del yo” y destacaba en la gran masa de textos e imágenes que nos rodean todo el tiempo dos tipos de intervenciones: el escándalo y la maternidad y las analiza como categorías y como formas de la intimidad, vuelta pública.
Un nuevo mundo de experiencias donde el escándalo es la hipérbole, la exageración de los famosos para estar.
“Los simples famosos – esos que son efímeros, que no llegan a celebridades, reciben una luz fugaz que nos fascina porque nos hace pensar que son tan vulgares como nosotros” – dice Sarlo
Maradona, uno de los cuatro o cinco mejores jugadores de futbol del mundo fue una celebridad amada y detestada en igual medida, que, sin embargo vivió y murió en el escándalo. Todo lo que le sucedió en su vida y sobre todo en los penosos últimos días fue tan inhumano que no merecía un guión, un engaño, un documental que nos colocara así en la vanguardia de la mala fama internacional, de los no controles, de algo sin precedentes en la historia judicial. Del saqueo permanente a su figura y su memoria.
Además si había guión, habría condena?… ¿entonces ya estaba dibujada?
Imagino que de ahora en mas- si estaban ninguneados- los servicios psicológicos encargados de determinar la salud mental de jueces y funcionarios estarán abocados a trabajar lo que sea necesario para evaluar a todos y cada uno de quienes dirimen el poder y la justicia en nuestro país.
Mas bien, ¿no sería interesante plantear que todo aquel que llegue al poder, a cualquiera de los poderes, sea evaluado psíquicamente y claro, ya que estamos le podríamos agregar algún test de dignidad, otro de vergüenza ajena, uno más de educación, otro de buenos modales…
En fin, medidas racionales que nos permitan vivir en sociedad, que no nos dejen caer en el absurdo del show permanente, del abuso de poder en el que todo entra en tela de juicio.
Hasta título le pusieron al documental “Juicio Divino”…”¿quien sos?” ( léase esto último con voz de Moria Casán)
Patricia Patocco, mayo de 2025