El Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina realizó una proyección sobre los datos disponibles al tercer trimestre de 2023 con la evolución de la canasta básica, los ingresos laborales -ambos datos publicados por el INDEC- y estimó que en el primer trimestre de 2024 la pobreza afectó al 55,5% de la población, mientras que la indigencia aumentó al 17,5%. Casi 25 millones de personas residentes en áreas urbanas del país habrían estado en situación de pobreza (por debajo de la Canasta Básica Total), entre las cuales 7,8 millones de personas en estado de pobreza extrema o indigencia (por debajo de la Canasta Básica Alimentaria), señala el estudio actualizado a junio de este año.
El Secretario de Seguridad porteño, Diego Kravetz, afirmó por estos días que “no está de acuerdo con que los vecinos de la ciudad de Buenos Aires le den comida a las personas en situación de calle, porque considera que esa acción los “acomoda en la pobreza “. Kravetz dijo además que las personas que viven en la calle “se van a quedar estancadas” en la “marginalidad” si los vecinos de la Ciudad los ayudan a que estén “cómodos en la pobreza”. “Vos te sentís mejor porque le diste un plato de comida caliente, la persona lo va a valorar, pero no lo vamos a poder sacar de ese circuito no virtuoso“, argumentó. El abogado, funcionario que integró por años las filas del kirchnerismo, se pasó luego al PRO, partido desde el que trabaja ahora.
Otoño de 2024 en Buenos Aires, la ciudad que siempre sorprende por lo diversa y por todas sus características de vértigo citadino que el resto de la Argentina, por lo general no tiene.
La última vez que estuve allí – durante el gobierno de Alberto Fernández- me había sorprendido la cantidad de personas mendigando en las calles y durmiendo hasta en el aeropuerto; pero esta vez la impresión fue mucho mayor.
En el microcentro, en los subtes, a veces madres con hijos, a veces familias enteras pidiendo. No era solo el linyera en situación de calle, se veían también personas casi recien arribadas a la situación de tener que pedir, gente avergonzada de hacerlo.
En ese mar de seres que extienden la mano al paso de los otros, dos peculiaridades: una, que piden comida o comen restos de comida que les dan al paso y paran a los transeúntes en la calle pidiendo “algo para comer”.
Hablamos de hambre.
La segunda y la más impactante es ver gente revolviendo los contenedores de residuos. Muchos buscan cartones, ellos aparecen a última hora, con sus enormes bolsas o carros, pero ese sería otro peldaño, porque como sea están trabajando.
Hablo de los muchos otros que directamente buscan alimentos de la basura.
Salta no es ajena a ello, quizás no se nota tanto porque poblacionalmente somos menos, sin embargo basta ver la larga fila que se hace cada tarde en la calle donde funciona el hogar de noche o la gente buscando verduras y frutas en los contenedores de basura de los mercados locales.
Sus miradas son cuchillos clavados en el alma del que observa. Y el que observa lo hace con una vergüenza ajena difícil de medir.
Imposible no conmoverse ante el rostro de un ser humano que revuelve desechos buscando alimentos, dejando un poquito de dignidad en cada cebolla podrida que toca, para buscar el trozo que pueda servirle para la olla.
Solo funcionarios atornillados a sus puestos, que se reciclan gestión tras gestión, que viven en barrios cerrados a la realidad cotidiana, que han abandonado los mercados, las calles, los clubes de barrio, los centros de salud pueden afirmar tamañas insensateces, tamañas perogrulladas, parados en la ingenua teoría de los “circuitos virtuosos o defectuosos” mientras el hambre arrecia en las calles.
La “casta” sigue en las trincheras, llenándose el buche sin parar mientras el pueblo se debate en la supervivencia.
Faltan funcionarios que tomen un colectivo, entren al hospital, caminen cualquier barrio o villa, salgan a mirar a la gente.
No hay más indignidad que el hambre y es hoy, es ahora.
Los ciudadanos todos, cada día más empobrecidos, miramos atónitos, unas tras otras las maniobras distractivas, con los umbrales mínimos de bienestar cada vez más esquivos.
( Patricia Patocco, julio de 2024)