Cristina Abraham
“UN MES Y VEINTE AÑOS”

 

Del 14 al 23 de septiembre estará en exposición en la sala Juana Azurduy, de la Usina Cultural la muestra “La belleza de la cicatriz”, de María Cristina Abraham.

Su obra está integrada por dos partes, una luminosa y otra más oscura.

Como en la vida, el yin y el yang , los opuestos se superponen brindando la comprensión real de cada cosa que sucede.

Cristina es una artista visual autodidacta que trabaja desde niña en sus producciones, pero además es curadora independiente y Licenciada en Política y Administración de la Cultura. Desde el 2005 expone regularmente en forma individual y a veces participando de grupos de artes conceptuales y de acciones colectivas que oscilan entre la poesía y el grafiti, sus grandes amores.

Su vida ha sido atravesada por una gran tragedia familiar, el brutal asesinato de su padre, un resonado caso que sucedió hace más de dos décadas, cuyos culpables nunca fueron encontrados y que por algún motivo se actualizó con esta muestra.

ARTENAUTAS dialogó con ella para conocer el detrás de obra y los detalles de esta exposición.

“La luz tiene que ver con el bordado de alta costura francesa que es lo que expongo ahora. Haciéndolo de pronto un día miré la parte de atrás y me di cuenta que era como una cicatriz. El bordado es colorido, armonioso pero al darlo vuelta para montarlo en una prenda o una obra te das cuenta que tiene un montón de hilos, agujeritos, todo un desorden. A raíz de eso entra todo el tema de mi padre que tiene que ver con el dolor y lo que le pasó a él”- explica sin vueltas – Creo que todos tenemos lo blanco y lo negro dentro de uno. Siempre me prometí a mi misma, dar belleza a través de mi arte pero bueno, evidentemente este tema doloroso se coló en mis trabajos, después de veintitrés años y les di lugar”

La artista presenta más de veinte obras bordadas delicadamente, que conforman lo que Cristina denomina la luz y luego el reverso: obras que dicen de la tragedia en su vida.

Ella rememora una infancia llena de creatividad: pintura, dibujos, diversas técnicas experimentales, muchas veces de la mano de su abuela. “ Y desde los catorce años me enamoré del bordado y apliqué esa técnica para todo: para mis vestidos, los de mi mamá y también para lo artístico, bordé aguayos, un cardón. Me encantan los brillos, las piedras, todo el lujo asiático, gustos que debe venir de mis ancestros, imagino. Mucha investigación, prueba y error, horas de trabajo. Pero para lo que hago ahora hice un curso de bordado de alta costura francesa para ver cómo van los hilos, cómo se esconden.

 

– Un trabajo muy detallista el tuyo…

– Es muchísimo trabajo, horas de bordado, de pincharme los dedos, de forzar la vista, la postura. Creo que tiene que ver con algo como una devoción o una expiación. No se, para mi tiene que ver con algo que va un poquito más allá.

Para mi el arte tiene una función social y te tiene que provocar algo, más allá de la belleza.

-¿Y a qué denominás la oscuridad?

– Sí, la otra parte es más experimental, más contemporánea. De pronto empecé a ver que detrás de mis bordados tan bonitos había un caos. Algo que no quise o no pude enfrentar antes, relacionado a la tragedia familiar de lo que le sucedió a mi padre, lo asesinan asfixiándolo, para robarle dinero. Una causa que ya prescribió. Y desde ese momento tuve la sensación de que quería decir algo sobre esto.

Dar el grito que mi padre no pudo dar. Estoy en un momento en que quiero darlo.

Para hacerlo he tratado de poner mi cuerpo en estas obras, algunas veces con dolor y hasta con sufrimiento físico. Apelé a otras técnicas, un video, intervenciones de fotografías.

 -¿Por que te sometés a esos dolores en la creación?

 No se. Mi sangre es la de él, toda la vida me dijeron que era la más parecida físicamente y sentí que mi cuerpo tenía que estar ahí. Sentí que lo tenía que hacer. Hacer la obra creo que me llevó un mes, pero yo digo “un mes y veinte años”.

Es mi grito de justicia ante una justicia que él no recibió. Hay una reparación y un cierre que mi familia lamentablemente tampoco recibió.

Alguien decidió quitarme a mi padre, así que sí, es un grito de muchas cosas, un grito…

Creo en el poder sanador del arte porque encontré una paz que no sabía que estaba buscando y haciendo, todo se fue haciendo más liviano.

Pero esto no es un homenaje a mi padre, es simplemente un grito donde expreso todo eso que hablamos.

 -¿Esta muestra es el fin de algo o el principio?

– Esa es la gran pregunta. No lo se. Me viene a la mente esa imagen de la tierra arrasada de donde surge una florcita.

Creería que empieza, que esto es el prólogo de algo que se viene más adelante. Tengo propuestas para llevar la muestra a Buenos Aires y a otros sitios, me han quedado otras obras que no muestro ahora, vamos a ver, tengo que pensarlo todavía…

Este tema es un telón de fondo en mi vida pero esta muestra es muy sanadora y quizás, también es el punto inicial de otras cosas. Voy a escucharme atentamente, porque ahora tengo una paz, que no sabía que podía existir.

La obra puede verse hasta el 23 de septiembre próximo en la Usina Cultural.

 

( Patricia Patocco)