La mataron muchas veces. Cientos de veces.
Cada vez que algún medio la nombraba con ese diminutivo confianzudo. Cada vez que se revelaban (o inventaban) detalles de su vida íntima.
Nora Dalmasso, asesinada en Río Cuarto, Córdoba, el 26 de noviembre de 2006, se convirtió aquella vez en otra víctima muy visible, demasiado.
Y fue, sin buscarlo y de una forma obscena, el hazmerreír de una sociedad que hasta ese momento no tomaba conciencia de los crímenes de género.
Su intimidad fue exhibida con una saña pocas veces vista, con ingredientes y detalles que sobrepasaron cualquier novela mexicana: que el “juego de la olla”, que el intercambio de parejas, que su vida ligera, que la docena de amantes…
Todo lo dicho y mostrado por la prensa sirvió para que la sociedad se restregara las manos, entre atónita y perversa, repitiendo y agrandando la “información”.
Lo que se supo con certeza es que era una mujer de éxito.
Empresaria, inmejorable posición económica, buena persona, madre e hija dedicada a su familia, siempre alegre. Cumplidora de todos los mandatos: matrimonio, hijos, trabajo, gimnasia, amigas/os y encima…¡era hermosa!
La crónica periodística no agregó si hacía pan dulces caseros para Navidad…fue lo único, porque después, nos enteramos de todo y más.
Demasiados atributos para una sola mujer, parece que tenía que pagar mediática y socialmente el precio de tener tanto. Y lo pagó en demasía.
Fue asesinada en extrañas condiciones, luego de haber estado con un hombre, del que se barajaron decenas de nombres y al final resultó ser su esposo.
Tantas versiones, al parecer, entorpecieron la investigación. Tanto, que después de las primeras semanas los medios nacionales comenzaron a hacer su autocrítica.
Y “Norita” volvió a ser Nora Dalmasso, la madre – en ese entonces- de dos menores, que tampoco fueron resguardados.
Hacia 2007 el periodismo comenzó a reflexionar y autoevaluar sus coberturas, a preguntarse por el delicado equilibrio de las vidas privadas y las construcciones mediáticas que se hacían en cada caso. Y lentamente se comenzaron a modificar los detalles del hecho, que de fiesta sexual pasó a ser homicidio.
Pero a ella la mataron. Desnuda y a la vista de todos, en el más amplio sentido del término.
Y volvió a morir una y mil veces en boca de todos; en las fotos de la tragedia replicadas tantas veces por los medios, que evaluaron su moral más que su condición de víctima.
Es 2018. Pasaron 12 años del asesinato y ahora, se reabre la causa. La fiscalía encontró nuevas pruebas luego de seguir varias líneas de investigación erradas, provocadas por los “rumores”.
La hipótesis apunta a un crimen por encargo, con intereses económicos de por medio y al viudo, como instigador del crimen.
Desde 2006 a la fecha la foja tiene ya, 27 cuerpos. Así le dicen: cuerpos.
Son femicidios todos. Noras, Lucías, Danielas, Xiomaras…cuerpos inertes que siguen reclamando que no se hable más de su moral, del largo de su pollera ni de quiénes pasaron por sus vidas…
Porque no interesa la condición social, económica, humana, las edades ni las circunstancias. No interesan sus defectos o virtudes, importa que las mataron.
Y a la prensa tradicional se le suman ahora las redes sociales, en las que “hordas de analfabetos apesebrados”, como dice el escritor Pérez Reverte, tienenel poder de dejar asentada su postura, su sarcasmo, su disparate, con pasmosa impunidad.
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres, lesbianas, travestis y trans.
Dicen que la violencia va en aumento porque se la visibiliza tanto.
Más bien es al revés, cuando se la visibiliza correctamente ocurren estas investigaciones a fondo, estas condenas a los asesinos, los verdaderos promiscuos.
Ya hay un medio nacional, el diario “Perfil” que tiene a Diana Maffía como consultora en temas de género, para cuidar la información que se lanza y se replica.
A los medios de comunicación les quedan varias materias pendientes en aprendizaje de los temas de género que recorren transversalmente la vida de todos. El riesgo es la desinformación o el caer en insólitas contradicciones. Hay que recorrer ese camino de aprendizaje, sino nos quedamos replicando zonceras, con la triste gravedad de la ignorancia.
O de los opas solemnes, diríamos por acá.
(Patricia Patocco, 24 de noviembre de 2018)