Crónica SIN PUDORES

Hoy no hay nadie en casa y yo no veo futbol, pero me despierto y prendo el televisor.

Juega la Selección Argentina y observo escasos tres minutos. No me da para más la atención al tema, leo los diarios, reviso las redes sociales y cada tanto miro la pantalla mayor de la casa. Hay tanto para ver y leer sobre el Mundial, son más de 800 los periodistas, ex jugadores, comentaristas y “opinólogos” que nos convencen a cada minuto que la vida es eso, solo eso. La euforia actuada, el feriadito de sábado y de pronto, como en el despertar de un sueño, quedamos fuera.

Entre todos crean cada cuatro años la mitología del mundial, éste fue con telenovela incluída, con aclaraciones vergonzosas en conferencias de prensa, memes y en fin, todo lo aportado por las redes sociales.

Salgo a hacer algunas compras, aprovechando la ciudad vacía.

Vacía, literalmente. Cada uno en su cueva, mirando futbol. Circula un solo barrendero, con su auricular a cuestas, el resto de la ciudad está paralizada y la mayoría del comercio ha cerrado sus puertas.

La euforia del primer tiempo lentamente se transforma en decepción, puteadas, tristeza. De vuelta me cruzo con una vecina y su saludo es “estamos desinflados”.

Cuánta razón, las redes arden: insultos, llantos, ira, comparaciones, mensajes mesiánicos, patrioterismo, apoyos y saludos a los argentinos perdedores.

Pero todos somos argentinos perdedores.

Lo que sucede en el país, con despidos, recesión, suba de servicios e impuestos…

Y la prueba – como si la necesitáramos- de la triste misoginia que se ampara en un Mundial.

Los varios hombres que fueron a Rusia en plan de galanes a reírse de mujeres con groserías escatológicas, el diario ruso (Moskovski Komsomolets) que acusó a sus mujeres de parecer “putas” que se ofrecen a cualquiera que habla una lengua diferente, noticia anunciada en un diario local con la imagen de una chica mostrando medio cuerpo.

La cólera de un loquito con aires de rock star de economía del subdesarrollo violentando a una periodista por preguntar y luego a una moza por no servirle un bife “a punto”. Ridículamente obsceno.

Una Argentina que es y se muestra sin pudores en la escala más alta de las faltas de educación, de las groserías, de la misoginia.

Un país dónde las discusiones por la vida humana llegan al paroxismo de la violencia y en el que los pensamientos y acciones más retorcidas se esgrimen como palabras santas ante un hecho de salud pública que atañe a las mujeres.

Una derrota así, sabe a involución, pero no solo desde lo futbolístico, ese negocios lleno de laberintos, sabe a que hay que reconstruir desde los cimientos porque así, no vamos a ninguna parte. Solo a seguir creyéndonos los mejores del mundo en la tierra prometida cuando somos los más atrasados del mundo, viviendo en la tierra de la injusticia.

Las madres y padres, que se juntan a las siestas en la plaza para intercambiar figuritas del álbum Panini, peleando entre ellos por un “Messi” con el pretexto de ayudar a su hijos a llenar el álbum, tampoco se han dado cuenta que éso es solo un juego y como tal, se lo deben dejar a los niños.

A ellos más bien les toca enseñarles a ser respetuosos, a comprender y separar qué es juego y qué es negocio para unos pocos. Hay que entrenarlos en nuevas destrezas para el día en que las mujeres no solo estén en las gradas o en su casas, sino en el álbum de figuritas mixtos.

Cuando la violencia y la misoginia, solo sean tristes recuerdos de abuelitas.

Pero hay que desatar los nudos de la soberbia que nos hace creer los dueños de cada verdad que con bombos y platillos plantamos en las redes sociales, en el café de la esquina, en la mesa familiar.

 

(Patricia Patocco, 30 de Junio de 2018)