La caja de Pandora se abre cada tanto y deja salir caos insospechados, historias que pueden cambiar historias.
La multiplicación de abusos sexuales en el mundo de Hollywood, no deja de entregar nuevos capítulos desde que se conoció el caso del productor Harvey Weinstein, verdadero acosador serial (lleva más de 70 denuncias). Dijo de él Uma Thurman “ Feliz día de Acción de Gracias, excepto a ti Harvey y todos tus retorcidos conspiradores. Me alegro de que te esté ocurriendo lentamente, no te mereces ni una bala)
Nombres significativos de artistas que han tenido conductas sexuales impropias o directamente han protagonizado abusos comenzaron a revelarse, de algunas se están recolectando pruebas para inminentes arrestos. Teme la industria del espectáculo y surgen además las profundas hipocresías de los que sabían y guardaban silencio para seguir trabajando o porque lo consideraron parte de las vidas privadas de los demás.
Kevin Spacey, la estrella de House of Cards cayó vertiginosamente, cuando fue despedido por Netflix por las denuncias. Una de sus víctimas afirmó lo que mejor ilustra la situación “Kevin era la estrella, estaba en la cima y yo, en cambio, me ubico en lo más bajo de la cadena alimentaria”. El comediante Louis C.K. el mejor de los últimos tiempos, está siendo descartado de todos sus proyectos laborales a partir de las denuncias de cuatro mujeres. Se suceden las denuncias contra Richard Dreyfuss y ahora, hasta Meryl Streep recordó también que Dustin Hoffman la manoseó el día que los presentaron (ya lo había denunciado en 1979).
Crece la lista de abusadores y no hay escudos protectores para ellos, no al menos en el país del norte y hasta las artistas más serias y comprometidas se han sumado al “Me too” (a mí también me pasó)
En Argentina, han comenzado a conocerse casos de periodistas y hombres del espectáculo denunciados, como Ari Paluch, quien pasó de escribir libros de autoayuda a perder su trabajo. Se inquieta también el mundo de la actuación, del rock, de la cumbia, del folclore. Hasta se ha armado en la red una base de datos de famosos con acusaciones de abuso y violencia.
¿Qué sucede?, ¿Es una moda? ¿Hay un frenesí de denuncias sexuales?, ¿será que quieren sacarle dinero a los viejitos con dinero, trayendo datos de pasados oscuros al presente?
Nada de eso. Estas revelaciones son apenas icebergs de intrincados entramados de gente anónima, sobre todo mujeres y homosexuales, que han sido hostigados y soportaron – la mayoría de las veces- en silencio, la ignominia de abusos diversos a lo largo de los años y siglos, aún en los ambientes más sofisticados, como la industria del espectáculo.
Hasta ahora, cuando al abuso sexual se le da entidad de delito, se lo reconoce como tal y se lo condena abiertamente. Ahora se sabe que son delitos, acciones que pasaban como “normales”, se las ocultaba como esporádicas y vergonzosas y más si venía de gente con algún poder, que de eso se trata: de poder.
Pero ha tenido que pasar mucho tiempo y muchas tragedias humanas para que comenzáramos a ver cambios.
En 1972 se filmó “El último tango en París”, película dirigida por Bernardo Bertolucci. Actuaban Marlon Brando y María Schneider, una joven actriz francesa que llegaba al cine. Bertolucci admitió a fines de 2013 que efectivamente, él y Brando engañaron a la protagonista y planificaron en secreto antes de la filmación, usar manteca para la famosa escena de la violación “¿Se arrepiente?”, increpó el conductor de la entrevista a Bertolucci. “No. Me siento culpable, pero no me arrepiento», respondió. «En las películas para obtener cosas tienes que ser frío, no quería que ella actuara su humillación, quería que la sintiera, no que la actuara y luego… ella me odió toda la vida”.
María Shneider no sabía en ese momento, que podía denunciar o negarse a actuar algo que no estaba en el guión, tenía 19 años y era su primer película. Nunca se supo si fue una violación real, pero sus gritos, sus lágrimas y el ataque de nervios que le ocasionaron sí lo fue. Ella los odió para siempre y tuvo de allí en más una vida difícil, sumida en fracasos laborales, en drogas e internaciones psiquiátricas, hasta que falleció de cáncer en 2011. Previamente lo había denunciado en 2007 y el mismo Bertolucci lo refrendó en 2013 en una entrevista realizada por Cinematheque Francaise, recién difundida en la red a fines de 2016.
¿Monstruos sagrados?…ya no. Hollywood tembló de indignación hace un año y las demás revelaciones siguieron como cataratas.
Una vez más, el mundo del arte y del espectáculo sirve sobre la mesa, las variaciones de lo que sucede en la vida, pero que antes pasaba desapercibido y se lo aguantaba con el estoicismo de la vergüenza.
Ahora, que lo privado es público, cada vez somos más los indignados.
Más que una moda de resentidas que quieren plata, o de “feminazis”- como se afirma por allí – asistimos a un cambio de paradigma social y cultural. Una evolución de la humanidad, que ya no está dispuesta a hacerse la distraída y callar.
Vamos un poco atrasados, como siempre, temblando de indignación pero sin dudas caminamos hacia allá y llegará el día que no haga falta recuerdar más el Día de la No Violencia contra la Mujer.
(Patricia Patocco, 25 de noviembre de 2017)