Escondida entre las achiras amarillas, las veía perfectamente. Conversaban.
Ella tendió su mano, sonrió curiosa y se la dejó leer.
A mi corta edad, daba temor esa señora con pañuelo en la cabeza y larga falda colorida. La risa, de a poco se convirtió en seriedad y la cortesía, en discusión. Hasta que mi abuela le arrebató el anillo que le había quitado, echó de su puerta a la extraña mujer y todos adentro…
Fue mi primer encuentro con las ciencias adivinatorias u ocultas. Las que han desvelado a la humanidad desde siempre, las practicadas por unos pocos, que inspiraban temor y gozaban de prestigio en sus mundos.
Mucho después, cuando los dolores de la vida se hicieron presentes y los misterios de la muerte fueron incomprensibles, comencé a peregrinar.
Visité médicos preguntando por la conciencia esperable en el momento final, el dolor, el instante, último pero…, la ciencia no sabía todo.
Busqué respuestas en religiones diversas. Indagué en el más allá. Conocí sanadores que hacían caer gente a mi lado, presa de extraños temblequeos, fui a sesiones de espiritismo que me resultaron convincentes hasta que alguien comenzó a hablar de un modo teatral, supe de cultos extraños…Ninguna explicación me fue suficiente.
Fui espectadora tenaz. Buscadora incansable de respuestas, hasta que varias psicólogas luego y mucho trabajo después, porque de eso se trata, di con las profesionales adecuadas y logré revisar el alma y la psiquis. Lo sigo haciendo cada tanto.
“Lo que cura en el análisis es la relación repetida, regular, intensa, afectiva, esclarecedora entre un analista y su paciente. Lo que cura es eso. Y, en particular, el analista tiene un rol muy especial para ayudar a la curación, que es el poder encontrar al sujeto, no afuera sino adentro de él” – dijo en una reciente entrevista Juan David Nasio, prestigioso psiquiatra y psicoanalista argentino que trabaja desde hace 50 años en París. Entre sus méritos está el haber sido discípulo por muchos años y a la vez, traductor al español de Lacan. Nada menos.
Dicen que entramos a la Era de Acuario.
¿Será la causa de que hayan proliferado los sanadores y que el misticismo exótico de vueltas por tantos ámbitos? Siempre los hubo pero, ¿por qué ahora con tanta fuerza, en la vida cotidiana y reemplazando en muchos casos a la ciencia?
Los medios de comunicación les dan su lugar. Emergen de la televisión, exhortan a comprar mantos especiales, ofrecen talismanes exóticos y astrología a la medianoche.
On line se despliega otro mundo, todo se encuentra en las redes sociales. Y como en hipnosis colectiva vemos charlas sobre vidas pasadas, ángeles a medida, tarotistas de fin de semana, videntes que orientan y enseñan el oficio en breves y onerosos cursos…
Por algún extraño motivo, la charla con la mengana, la cena con amigas, el cumpleaños del fulano y la salida del gimnasio terminan en intercambio de datos de couchings varios: para el órden, para comprender a los adolescentes, para adelgazar. En recomendación de libros de autoayuda y en la causa espiritual del momento.
Las ciencias ocultas se han convertido en conocimiento general. Y todos hablan de ellas con la naturalidad y la sabiduría con que se comenta una receta sencilla.
Dioses y demonios. . . la antigua angustia existencial maquillada para este tiempo de pobreza interior, de desesperanza, de vagancia intelectual. Tiempo – para decirlo con vocabulario actual- “desangelado”
Y aunque he conocido verdaderos maestros/as y guías espirituales, intuyo que el lugar común y el negocio nos están confundiendo día a día y han reemplazado en muchos casos, tanto a la ciencia como a lo sagrado.
¿Quién es quién en este mundo? Buscar, buscar, buscar, pero con la prudencia al menos, de solicitar las acreditaciones espirituales.
(Patricia Patocco, 19 de Octubre de 2017)