Gioconda Belli
LA DESPATRIADA

 

Nació en Nicaragua en 1948. Poeta y novelista, que fuera despojada de su nacionalidad en 2023 y adoptó la chilena, que le ofreciera el presidente Boric y luego en 2024, la española, ya que reside en ese país.

En 1972, con su primer libro Sobre la grama, abordó sin tapujos el cuerpo y la sexualidad femenina. Su activismo le llevó a militar en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de 1970 a 1993, uniéndose a la lucha contra la dictadura de la dinastía de Somoza y más tarde a la gestión de la Revolución Popular Sandinista.

Contraria a la deriva autoritaria del régimen  de la pareja Daniel Ortega y Rosario Murillo, tuvo que exiliarse a España en 2021.

En febrero de 2023 el Tribunal de Apelaciones de la Circunscripción Managua, en violación flagrante a la Constitución vigente, le quitó la nacionalidad nicaragüense y además le confiscaron sus propiedades y la pensión de jubilación, junto con otras 94 personas, entre ellas su hijo Camilo y su hermano.​

Sus obra literaria abarca poesía, novelas y ensayos, y se caracteriza por abordar temas como la política, la feminidad, el amor y la lucha por la justicia social, siendo traducidas a más de veinte idiomas. En 2023 Gioconda recibe el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso para la poesía en español. Actualmente vive en el exilio en Madrid.

 

Obras

Línea de fuego (Casa de las Américas, 1978) · De la costilla de Eva (Editorial Nueva Nicaragua, 1986) · La mujer habitada (Diana editorial, 1989) · Sofía de los presagios (Editorial Txalaparta, 1991) · Waslala : Memorial Del Futuro (Emecé Editores, 1997) · Las Mamis (Vintage Español, 2000) · El pergamino de la seducción (Seix Barral, 2005) · Mi intima multitud (Visor Libros, 2007) · Fuego soy, apartado y espada puesta lejos (Visor Libros, 2007) · El infinito en la palma de la mano (Seix Barral, 2008) · El país de las mujeres (Belacqua, 2010) · El taller de las mariposas (Barbara Fiore Editora, 2011) · El país de las mujeres (Seix Barral, 2013) · En la avanzada juventud (Visor Libros, 2013) · Waslala (Seix Barral, 2014) · La mujer habitada (Seix Barral, 2015) · El intenso calor de la luna (Seix Barral, 2015) · Sobre la grama (Navona, 2017) · El país bajo mi piel (Seix Barral, 2017) · Rebeliones y revelaciones (Editorial Txalaparta, 2018) · Las fiebres de la memoria (Seix Barral, 2018) · El apretado abrazo de la enredadera (Destino Infantil & Juvenil, 2019) · El pez rojo que nada en el pecho (Visor Libros, 2020) · Una mujer furiosamente pie (Caja negra, 2020) · Trabajo No. 877 (Revista de la Universidad de

 

POEMAS

 

Vestidos de dinamita (Línea de fuego, 157)

Me tengo que ir a comprar las pinturas con las que me disfrazo todos los días para que nadie adivine que tengo los ojos chiquitos –como de ratón o de elefante–. Estoy yéndome desde hace una hora pero me retiene el calor de mi cuarto y la soledad que, por esta vez, me está gustando y los libros que tengo desparramados en mi cama como hombres con los que me voy acostando, en una orgía de piernas y de brazos que me levantan el desgano de vivir y me arañan los pezones, el sexo, y me llenan de un semen especial hecho de letras que me fecundan y no quiero salir a la calle con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo hasta que no nos vistamos de dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles… con un fosforito en la mano.

La madre (Línea de fuego, 158)

se ha cambiado de ropa.
La falda se ha convertido en pantalón,
los zapatos en botas,
la cartera en mochila.
No canta ya canciones de cuna,
canta canciones de protesta.
Va despeinada y llorando
un amor que la envuelve y sobrecoge.
No quiere ya solo a sus hijos,
ni se da solo a sus hijos.
Lleva prendidas en los pechos
miles de bocas hambrientas.
Es madre de niños rotos
de muchachitos que juegan trompo en aceras polvosas.
Se ha parido ella misma
sintiéndose –a ratos–
incapaz de soportar tanto amor sobre los hombros,
pensando en el fruto de su carne
–lejano y solo–
llamándola en la noche sin respuesta,
mientras ella responde a otros gritos,
a muchos gritos,
pero siempre pensando en el grito solo de su carne
que es un grito más en ese griterío de pueblo que la llama
y le arranca hasta sus propios hijos
de los brazos.

Como tinaja (Línea de fuego, 161)

En los días buenos,
de lluvia,
los días en que nos quisimos
totalmente,
en que nos fuimos abriendo
el uno al otro
como cuevas secretas;
en esos días, amor,
mi cuerpo como tinaja
recogió toda el agua tierna
que derramaste sobre mí
y ahora,
en estos días secos
en que tu ausencia duele
y agrieta la piel,
el agua sale de mis ojos
llena de tu recuerdo
a refrescar la aridez de mi cuerpo
tan vacío y tan lleno de vos.

Para Juan Gelman (De la costilla de Eva, 204)

Pienso Juan
que somos
exactamente lo que somos,
un hombre y una mujer
andando de corrido por el mundo,
con una suave interrogación
detrás de los ojos
y las manos abiertas
buscando pájaros azules,
victorias,
calmantes para el dolor,
sombras para guarecernos de las lágrimas,
espejos donde mirar
para encontrar quien ve
sí dulcemente, con la misma dulzura,
sí tiernamente, ternura desde adentro;
quién nos desaloja de la soledad,
nos deja sin más sol que el sol,
calientitos;
quién nos pasa
todo el calor de vida que llevamos,
las cosas lindas que también juntamos,
las revoluciones que ganamos,
la esperanza que nos levanta al viento,
de ojo a ojo,
de sangre a sangre.
Quién nos junta como amaneceres
de un mismo país
para mezclar alegría con tristeza
y sacarnos andando bajo los árboles
como tercos animalitos
husmeando el amor.
Pienso Juan
que hay un espejo
donde nos reflejamos
al mismo tiempo.

No me arrepiento de nada (Apogeo, 214)

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la “niña buena”, la “mujer decente”
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
–ellas habitando en mí
queriendo ser yo misma–.
Transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir
la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
–en horas de oficina–
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí;
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena,
esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.