La poeta uruguaya Ida Vitale ganó en noviembre pasado el Premio Cervantes 2018, el galardón literario más importante de las letras españolas.
La escritora nacida hace 95 años en Montevideo, fue hija de una generación formada en el respeto por la cultura letrada, que consideraba la educación la verdadera fortuna de la vida en sociedad. Vitale cursó Humanidades, colaboró en medios gráficos como Marcha y Época, y trabajó como docente de literatura hasta 1973, cuando debió exiliarse en México.
Elegante, sencilla, de buen humor, mantiene a su edad toda la fuerza de una chica joven, al punto que el año pasado estuvo dos veces en Argentina, leyendo su poesía y dialogando con el público.
La elección de Vitale sorprendió por su origen, rompiendo la regla no escrita en este certamen de alternar premiados españoles y latinoamericanos después de que el ganador del Cervantes 2017 fuera el nicaragüense Sergio Ramírez.
Pero, en pleno auge de los movimientos feministas, con especial fuerza en España, se esperaba que el premio fuera para una mujer: sólo cuatro escritoras habían ganado el galardón en sus 44 ediciones. Pero Ida Vitale fue la quinta. La última en recibirlo había sido la mexicana Elena Poniatowska en 2013.
Hasta ahora un solo uruguayo había ganado este premio, Juan Carlos Onetti, conocido suyo y que, como ella, integra la “Generación del 45” de escritores de ese país.
Además de obras poéticas como “La luz de esta memoria”, “Procura de lo imposible” o “Cada uno en su noche”, esta montevideana exiliada a México durante la dictadura también se adentró en la crítica literaria, el periodismo y la traducción.
Ante la pregunta sobre qué les diría a los que quieren iniciarse en la lectura de poesía, dijo recientemente en una entrevista “Que antes de leerme a mí lean a César Vallejo, a los poetas españoles de la Generación del 27, a Gabriela Mistral, a Oliverio Girondo. Y a María Elena Walsh. Ella fue una artista completa. Con María Elena fuimos grandes amigas; cuando ella venía a Montevideo, me citaba en un bar de la rambla para charlar. Y yo era de ir a su casa en Buenos Aires. Guardo un poema cómico que le hizo a mi marido, Enrique Fierro, con dibujos y chistes. Era una persona adorable. Nos conocimos en una playa de Punta del Este y hasta su muerte nunca dejamos de vernos.”
Su labor ha recibido recientemente importantes reconocimientos: el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2015, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2016 o el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018 de Guadalajara (México).
Algunos de sus poemas:
FORTUNA
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos
CAMBIOS
Puede cambiar la vida
sus ramas, como un árbol
cambia las suyas desde
el verde hasta el otoño.
Puede, pilar oscuro,
suplicio oscuro puede
recubrirse de frutos
como un mes de verano.
Ah puede también caer,
caer no sé hasta dónde,
como cae el poema,
o el amor en la noche,
hasta no sé qué fondo
duro y ciego y terrible,
tocando el agua madre
el manantial del miedo
EXILIOS
…tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
LA PALABRA
Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
airadas,
ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.
GOTAS
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
ACLIMATACION
Primero te retraes,
te agostas,
pierdes alma en lo seco,
en lo que no comprendes,
intentas llegar al agua de la vida,
alumbrar una membrana mínima,
una hoja pequeña.
No soñar flores.
El aire te sofoca.
Sientes la arena
reinar en la mañana,
morir lo verde,
subir árido oro.
Pero, aún sin ella saberlo,
desde algún borde
una voz compadece, te moja
breve, dichosamente,
como cuando rozas
una rama de pino baja
ya concluida la lluvia.
.
VERANO
Todo es azul,
lo que no es verde
y arde,
I.N.R.I.
—igne natura renovatur integra—
en este aceite grave del verano;
cae el que pesa el vuelo de los pájaros
y blasfema del pájaro sin vuelo,
cae la excrecencia verbal =
la agorería = el trofeo,
la joya sobre la vieja piel de siempre.
Quien se sienta a la orilla de las cosas
resplandece de cosas sin orillas.
INVIERNO
Como las gotas en el vidrio,
como las gotas de la lluvia
en una tarde somnolienta,
exactamente iguales,
superficiales,
ávidas todas,
breves,
se hieren y se funden,
tan, tan breves
que no podrían dar cabida al miedo,
que el espanto no debiera hacer huella
en nosotros.
Después, ya muertos, rodaremos,
redondos y olvidados.
RESIDUA
Corta la vida o larga, todo
lo que vivimos se reduce
a un gris residuo en la memoria.
De los antiguos viajes quedan
las enigmáticas monedas
que pretenden valores falsos.
De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?
PENITENCIA
¿Mirar atrás será pasar
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?
¿Debo matar lo que miré,
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?
Sobre todas las cosas,
anular horas que se han vuelto inútiles
como lluvia que cae
sobre el mar implacable,
como mis propios pasos
si no son penitencia.
EXILIOS
Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.
EN EL DORSO DEL CIELO
No es casual
lo que ocurre por azar:
un fragmento de nada se protege
del no ser, se entrecruza
de signos, impulsos,
síes y noes, atrasos y adelantos,
trozos de geometría celeste,
coordenadas veloces en el tiempo
y algo ocurre.
Lazos para nosotros pálidos,
son obvios para lo que no ve más,
y nosotros la ventana abierta
desde donde la tela blanca vuela
cubierta de sueños.
Pero uno llama azar
a su imaginación insuficiente.
CUADRO
Construimos el orden de la mesa,
el follaje de la ilusión,
un festín de luces y sombras,
la apariencia del viaje en la inmovilidad.
Tensamos un blanco campo
para que en él esplendan
las reverberaciones del pensamiento
en torno del icono naciente.
Luego soltamos nuestros perros,
azuzamos la cacería,
la imagen serenísima, virtual,
cae desgarrada.