José Antonio Lázzari
OROS Y MERMELADAS

 

 

Iba y venía apurado con su valijita negra.

Llena de oro la llevaba, porque a eso se dedicaba para completar sus ingresos. A la venta de cadenas, pulseras, anillos, al menos en los años en que lo conocí. Había salido a trabajar muy joven a los 16 años y había hecho de todo en su larga vida: fue obrero, administrativo, vendedor, tuvo representaciones varias, pero fue sobre todo, hombre de teatro.

Es que efectivamente, han sido pocos los que han podido vivir exclusivamente del arte, al menos en Salta, entre el siglo XX y el actual.

Apurado siempre, también por ese berretín de sostener la sala del Teatro de la Peña Española, por muchos tiempo, casi treinta años.

Había venido de Buenos Aires donde estudió e hizo teatro vocacional en muy buenos grupos.

Recaló en Salta y como tantos se enamoró del lugar, entabló amistad con Saló Lisé y nunca más pudo escapar de su pasión teatral.

Su primera actuación en Salta fue en Estación Edén, última obra presentada por el grupo G.A.D., con un protagónico inmejorable.

Es que traía el teatro en sus venas, fluyendo apasionado y con la firme intención de hacer teatro.

Fundó el grupo de la Peña Española en 1977, con otros actores y la dirección de Lisé que luego al retirarse, quedó en sus manos.

De allí se dedicó con un trabajo enérgico y detallista a mantener ese espacio.

Formó actores y actrices. Leía, elegía obras, actuaba, dirigía y sostuvo el Teatro de la Peña hasta que sus fuerzas no le dieron más y tuvo que abandonarlo. Fue dura la pelea, hasta que ganó la decisión burocrática del momento y tuvo que dejar esa primorosa sala que cuidó con tanto esmero. Renegó mucho con la decisión de su cierre“ ¿a vos te parece?, cerrar un teatro para ampliar instalaciones para la timba?”

Es que siempre fue independiente, fue haciéndolo todo con un solitario esfuerzo, sin apoyo institucional.

Y los años 80 lo vieron brillar en ese pequeño y dignísimo espacio, desde donde convocó a los mejores artistas: actrices, actores, escenógrafos, iluminadores, fotógrafos, jóvenes, viejos, del momento y a todos los que quisieran subir a su nave y que ahora lo lloran con inmensa pena.

Es que en esa sala puso en escena las mejores obras de teatro realista, el teatro que le gustaba, el que le decía cosas, el que le hablaba a la gente, siempre de grandes autores argentinos: Viale, De Cecco, Gorostiza. Obras como En boca cerrada, Tute Cabrero, Camino Negro y tantas otras que llegaban como flechas al corazón de los espectadores.

En 1986 junto a su compañía representó a Salta en la Fiesta Nacional del Teatro con la obra “En boca cerrada” de Juan Carlos Badillo. La función se realizó en el Teatro Nacional Cervantes a sala llena.

José Antonio Lázzari, actor, director de teatro, gestor inclaudicable.

Fue un cabeza dura, enérgico y renegón y también un hombre dulce, amable y disciplinado.

Regalador serial de hermosos momentos teatrales, querido por sus amigos y por el público que supo ver y apreciar el absoluto valor de ese gran luchador que, cada tanto y honrando la amistad aparecía con un frasquito de mermelada casera y su maletín.

Es que oro era lo que tenía entre manos siempre, oro tenía en el corazón: nuevas ideas, libros de teatro y la cabeza llena de nombres de actores y actrices para la nueva obra que estaba pensando.

Por fortuna, recibió en los últimos años el reconocimiento de sus pares.

Acaba de morir y con él se cierra uno de los capítulos más importantes del teatro en Salta.

Habría que aplaudirlo largamente.

Hay que aplaudirlo de pie.

 

(Patricia Patocco)