“LA CONVERSACION: UN VERTIGO”

Santiago Sylvester presentó su nueva obra: “La conversación”, una antología de sus poemas de los últimos 50 años. Se trata de una co edición entre Colección Visor de Poesía, de Madrid y el Fondo Editorial de la Provincia de Salta.

El acto se realizó en la Sala Walter Adet del Complejo de Bibliotecas, sito en Avdas Begrano y Sarmiento. Y se trató de un diálogo entre el autor y el poeta Juan Carlos Moisés, en el que entre otros temas relató sus procedencias lietararias «básicamente el siglo de oro español y luego la contemporaneidad porque «En poesía, hay que saber que hay cosas que ya están hechas….para hacerlas de nuevo. Uno tiene que tener la modestia de leer intensamente, de saber que la historia no empieza ahora con nosotros y nuestros amigos»

En otro tramo también habló de las diferencias entre quien escribe y el escritor, señalando que todos tenemos cosas para decir, porsupuesto, pero es artista aquel que indaga el cómo decirlo»

ARTENAUTAS dialogó con el autor a su llegada a Salta y esto es lo que contó sobre su nueva obra.

– ¿Qué es La Conversación?

La Conversación es una antología de libros míos, no de todos, ya que he dejado fuera los tres primeros. He preferido dar presencia a los libros que hoy siento que me representan más. El primero considerado para esta selección es Palabra intencional, de 1974; creo que es ahí donde empieza a definirse un lenguaje que, con variantes, sigo trabajando hasta hoy. Por supuesto que desde entonces he tenido muchas búsquedas, tanto formales como de asuntos, pero me parece que la base, el tono, el catálogo de palabras, eso que termina configurando un “estilo”, se me armó en esa época, cuando entendí que iba a tener un registro más reflexivo que exaltado, que pretende ser más preciso que expresionista.

-¿Qué temas abordas en esta obra?

Como estamos ante un trabajo de tantos años, los temas son muy distintos, a medida que he cumplido años, cambiado de ciudades, de países, y en general de vida. Alguien decía que el tema de sus poemas era “yo y el paso del tiempo”; yo agregaría el mundo que me ha tocado, la época.

Una selección de más de cincuenta años: un vértigo.

-¿ En que proyectos estás trabajando?

Tengo en prensa un libro de ensayos sobre la forma poética: anotaciones sobre este asunto que me interesa mucho. Se trata de apuntes de lecturas que tenía en unas libretas; los he sacado de allí y les he dado forma para que puedan ser leídos. Además, ya tengo un número de poemas inéditos que alcanzan para un libro, pero todavía no lo he pensado como tal. ( P. P.)

ALGUNOS POEMAS

(liturgia del final)

¿Cómo haremos para tutearnos con el nacimiento si no nos

tuteamos con la muerte?: mi madre

ya ha empezado a despedirse: la gente se despide cuando

el mundo comienza a no pertenecerle: el que

ya no reconoce su casa

inicia así su despedida: los retratos ya no son de nadie, el

crucifijo de la pared induce a una perplejidad,

la Virgen del Milagro

tiene un sonido de campana remota, las macetas

ya ajenas a la vida cotidiana: una conversación extraviada

en la cabeza, una oreja que oye para adentro, y allí

perdido, sin

cara ni ojos, ni posibilidad de asomarse,

pasa el dueño del mundo, la salvación y la pérdida.

 

Todo es despedida entonces; e lbalbuceo del propio nombre,

el rito de la sopa, el crujido del ropero, el clavo donde

se cuelgan las llaves:

como si una caravana se alejara, y nosotros con ella; como decir

hasta aquí llegó el pacto,

y ya va siendo hora para mi madre

de acabar con el acuerdo que entre todos hemos sabido cumplir.

Verano de 2002

( de El reloj biológico, 2007)

 

(posiblemente el unicornio)

 

Un unicornio mira desde tierra firma el Arca de Noé; lo

olvidaron al cerrar la compuerta.

Después vino la lluvia, y otra vez la lluvia. Peces,

pájaros y caimanes, más los zancudos que caminan sobre

el agua, tenían su habilidad

y no sufrieron sobresalto en la cuarentena más húmeda

que se recuerda;

el unicornio, sí

 

Elefantes, caballos,

quirquinchos y corzuelas

estaban bajo techo en la chalana célebre

cuando se vino abajo el cielo inhóspito: cabras, gallinas

y tortugas ( “ese

interesante animal que es a la vez

animal y domicilio”)

iban a salvo de cualquier diluvio;

el unicornio, no.

 

Por este olvido llegan de vez en cuando noticias de algo

que se perdió en un mapa antiguo, en algún

pergamino tapado varias veces por el polvo: señales

confusas que ya vienen de ninguna parte: restos flotantes

desde antes que el tiempo se volviera historia.

Y sólo queda el olvidado, el que no pudo ser,

el que dice cuando un artista atacado por el virus místico

lo rescata en un tapiz o en el cuadro de alguna sacristía

“nací perdido y no quiero que me encuentren”, y mira

desde tierra firme.

( De La Palabra Y, 2010)

 

(elogio de los noventa y nueve años)

 

A los noventa y nueve años tendré tanta vida que habré

olvidado más de la mitad:

a los noventa y nueve años tendré movimiento, tristeza,

 

sed,  colesterol y nada será en vano:

a los noventa y nueve años estaré al sol como la leña:

mojado y seco:

a los noventa y nueve años todo será vivido, sufrido,

bostezado y sobre todo humeante;

a los noventa y nueve años sólo escucharé al gato de

Cheshire: él dijo que siempre se llega a alguna parte

si se camina lo suficiente:

a los noventa y nueve años tendré calor y frío, según

valga la pena:

a los noventa y nueve años tendré conciencia, memoria

y me habrán extirpado la glándula de la culpa: seré

saludable,

a los noventa y nueve años tendré hambre y buscaré

comida,

a los noventa y nueve años tendré un pasado y, lo que

más me gusta, tendré un presente:

a los noventa y nueve años todos se parecerá a la eternidad,

y no será cierto.

 

( de El que vuelve a ver, 2016)