Es un libro raro y además no se ha vuelto a editar.
De esos que se leen de un tirón y con el paso del tiempo, solo se conserva de ellos un perfume en la memoria.
“La jirafa sagrada o el búho de plata”, de Salvador de Madariaga, nacido en La Coruña. Ensayista, poeta, diplomático publicó esta curiosa novela satírica en 1925 en España y al año siguiente, en Inglaterra (tómese nota de los años).
La novela está ambientada en una nación africana imaginaria llamada Ebania, en el año 6922, en la que el desarrollo del feminismo ha generado una sociedad gobernada por mujeres y existe un movimiento en defensa de los derechos de los hombres denominado «hominismo».
Lo leí de casualidad de adolescente y me impactó.
Ese mundo extraño y apasionante que planteaba: con la supremacía de la raza negra, un planeta dirigido por mujeres comandaban un orden social diferente y al revés de todo lo conocido. Con hombres que se quedaban en sus casas y mujeres que eran guerreras, emprendían conquistas, hacían política, en fin…una utopía.
Muy ajena estaba a mis 15 años de conocer el feminismo. Y ya se habían vivido tres oleadas que fueron brindando sucesivos derechos a las mujeres.
Me pareció entonces un libro mágico, revelador; hoy lo veo hasta premonitorio.El arte siempre adelantándose…
Porque este escritor imaginó un mundo al cual, quizás nos encaminamos. Y trastocando la lógica generacional, lo hacemos de la mano de las mujeres más jóvenes.
En medio de tantas ofensivas del sistema patriarcal por conservar el poder ancestral a través de la violencia, de la pornografía, de los disciplinamientos domésticos, estéticos y de todo tipo, las mujeres seguimos avanzando por nuestros derechos.
Vestidas de verde vamos y hacemos la revolución.
Porque de eso se trata finalmente.
Vivimos un momento histórico en el que solicitamos que se haga ley lo que ya es, en la vida real. Lo que ya es, desde hace siglos.
Pedimos la emancipación a través de la autonomía de nuestros cuerpos, primer derecho y último bastión a recuperar.
Así como en la Revolución Francesa, las primeras feministas pidieron que las dejaran aprender a leer y escribir, como reconocimiento básico de derechos, que se ampliaron de a poco por la lucha de miles de anónimas, hoy se pide la autonomía.
¿Para qué?, para decidir en libertad sobre nuestros cuerpos. Los más castigados, los más sufrientes, los más sometidos.
Es una revolución, claro que sí. Y las peleas se dan en todos los campos, por eso hay violencias, excesos y tantas argumentaciones. De ambos lados, es obvio.
La reproducción de la especie humana separada de nuestro goce es la llave maestra. Nuestro pase a la libertad. Queremos decidir cuándo tener hijos, con quién tenerlos y en qué momento de nuestras historias personales. O no tenerlos.
Nos deben ese derecho sagrado y hoy lo estamos reclamando
Nuestra propia soberanía. Nada más y nada menos.
Hay un mar que estalla y nos convoca a revertir el orden injusto de la historia.
Vamos de la mano de nuestras hijas e hijos más lúcidos. Ellos ya nadan en la cuarta ola y lo hacen bravamente. Era utópico, ahora es urgente.
«Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir»
(Patricia Patocco, 13 de junio de 2018)