MERCADERES

 

A los doce años leí una obra perturbadora.

“El mercader de Venecia”, de Shakespeare. Una edición ilustrada magníficamente por Aniano Lisa, dibujante de varios clásicos para niños y adolescentes, con paisajes diversos, rostros hermosos y colores vivos combinados con tonos acuarelados.

Es una historia de amor en la que un hombre pobre pide dinero prestado al amigo rico para casarse con su amada. Antonio, el rico, tiene sus barcos en alta mar y no dispone de efectivo, entonces pide dinero a Shylock, un usurero que le presta bajo la promesa de que, si no devuelve tiene que pagar con una libra de carne de la parte del cuerpo que Shylock dispusiera. Y no lo puede pagar…ahí comienza la verdadera trama de esta obra escrita hacia el 1.600.

Intrigas, promesas y el escalofriante devenir entre el mundo de las apariencias y de la realidad. Tremenda historia que termina en un juicio memorable.

Tuve que leerla varias veces, atormentada.

Me costaba comprender la exacta dimensión de la crueldad ¿cortar un trozo del cuerpo? ¿cómo se obtienen 453,59 gramos? ¿en serio el prestamista pretendía un trozo de carne humana? ¿ y estaba permitido? ¿nada interesaba más que el dinero?

La literatura tiene el encanto – entre otros- de darnos la posibilidad de vivir vidas prestadas. Uno se encuentra con una historia, con un libro y se zambulle a nadar en olas de aventura, de imaginación, de escenarios impensados.

No piensa por caso, que las variantes de la mezquindad se harán luego presentes, a la hora de la vida real.

Hoy nos sucede a diario.

Efectos de la pandemia o lo que sea pero hay días en que la humanidad parece virar a lo Shylock en un circo que no da respiro.

Vacunas para los elegidos y el resto de los viejos a machacar dedos pidiendo turnos y pasarse datos para salir corriendo para allá o acá hacia donde “dicen que dicen” que llegó la vacuna.

Y más, siempre: obras sociales que desamparan a sus aportantes con excusas banales, sindicalistas que extorsionan a comerciantes semi fundidos, gente amontonada buscando el mango diario y expuesta a una enfermedad letal, tan clandestinos como los fiesteros nocturnos, padres ausentes que no cumplen las necesidades de sus hijos concejales que cobraron IFE…

Eso quizás es lo peor, el triste espectáculo del sálvese quien pueda que dan a diario los mercaderes con poder, peleando por un mango, por un puesto, por escuelas sí o no, por la vida de millones. Olvidan que están solo de turno.

Shakespeare debe estar revolviéndose en su tumba.

Si desde algún improbable lugar nos mira debe pensar que se quedó corto, que Shilock es un poroto al lado de tantos modelitos que el sistema nos regala.

Igual, agradezco haberlo leído tempranamente.

Nada como la crueldad y la belleza de su pluma para reconocer los chiqueros.

 

(Patricia Patocco, 24 de abril de 2021)