El 21 de junio pasado fue el Inti Raymi, la noche más larga y el día más corto. El momento en que todo comienza a renacer, en que las semillas comienzan su proceso de germinación y nuevamente el círculo de fuego convocó a la reunión y al festejo. Nuevo año andino y agrícola.
Fue en la Finca La Huella, en Vaqueros, por supuesto en la convocatoria que anualmente realizan los Correa Lubel y que año a año convoca a más gente, en esa curiosa reunión en la que se dan cita visitantes casuales y mucha gente que vuelve año a año.
La finca fue adornada en los días previos por miles de banderines de telas y papeles de colores, que marcaban el camino de entrada a la puerta de la casa. Al atardecer se llenó de antorchas y tambores que llamaban al agradecimiento a la naturaleza, que de eso se trata.
Luego Olga, Ian y sus hijos llamaron a rodear el fuego central y se agradeció en voz alta a la naturaleza, a la Pachamama y a los cuatro puntos cardinales, pidiendo con absoluta sencillez fortaleza para afrontar lo nuevo que trae el año, resignación para dejar partir lo que tiene que irse de cada vida. Este año se le dio un papel fundamental en la reunión a los pequeños productores, a los abuelos y a las parejas que esperan a sus niños.
Así de simple y luego, la magia del compartir.
Los dueños de casa, junto a toda la gente que quiso sumarse en colaboración y en trabajo en los días previos, prepararon estofado de chivito, sopa de maní, sopa de zapallo y pan casero. Las largas filas retiraban sus platos y cucharas para que les sirvan algún manjar y luego de comer, en otra fila se lavaban los utensilios para que los usaran otros. Las bebidas y los postres las aportaban los visitantes.
Luego de ese momento, otra vez al círculo frente al fuego por donde circulaba una piedra que la tomaba aquel que quería decir algo.
El antiguo rito de la palabra y el agradecimiento de los presentes a tan noble idea, nacida de la solidaridad y del amor de esta familia que con tanto cariño organizan esta fiesta anual, que cada año reúne a más personas – este año, entre 450 y 500 personas-.
Acá no hay política, no hay religión ni hay dobles intenciones. Hay seres humanos comprometidos, que viven como son, que se prodigan en acciones a la comunidad de un modo tan transparente que dejan a todos los que se acercan turbados. Es el efecto de la verdad en los corazones, ojalá se acercaran los políticos a aprender de qué se trata. ( P.P.)