Si se ha sentido alguna vez el aliento de la muerte cerca, una se transforma en creyente.
Entrar adormilada/ahogada a un sitio interior donde se escucha en sordina lo que sucede a la vuelta, es motivo suficiente para creer. En todo. En casi todo lo que puede servir para curar una enfermedad.
Buscar, fue el lema, con la ciencia occidental como la reina de mis preferencias paganas, pero buscar en medio del agnosticismo.
Hablaban del yuyo exótico y lo conseguía, de la huella en un cajón con arena del río y allá iba, de la cremita del viejito de aquel cerro y lo intentaba, de la meditación que enseñan los monjes del Pacífico sur …
Lento y costoso peregrinar en el maremágnum de talleres, cursos, capacitaciones, charlas, que además en estos extraños tiempos de la “new age”, parecen haberse quintuplicado, con siglas y nombres en inglés, como cualquier diario plagado de avisos lo demuestra.
Una vez me hablaron de los antepasadosy de un señor que explica todo vía You Tube y logra seguidores por todo el planeta, hace poco me entero también por la web, que el autor fue acusado y enjuiciado por plagio en España, como tantos otros que circulan con sus mensajes mesiánicos de nuevas vidas.
Otro día, asistí una reunión para aprender a preparar algo así como las “perlas mágicas de Madagascar”. Pagué mi entrada – dato no menor- en un hotel varias estrellas. Pasé, me senté y me sorprendió la cantidad de gente: unas 300 personas como yo, buscando sus quimeras…
Casi al concluír el taller, habiendo notado que todos iban a aprender a “recetar” las famosas perlas, pregunté al gurú:
-“Yo no quiero recetar, solo vine a entender de qué se trata…y quiero saber ¿cómo hago para elegir a mi terapeuta entre tantos?”
Se hizo un incómodo silencio. Pensó un momento y dijo:
“Lo vas a sentir acá”- tocándose el corazón…
A veces me gustaría tener un cedazo gigante, que me ayudara a dirimir sin tanta búsqueda, a encontrar las reales buenas terapias alternativas sin tener leer tanta autoayuda barata y deformante antes.
Y a veces me gustaría no tener memoria…pasar por la calle España y 25 de Mayo y no acordarme de la pileta de lona que estos últimos años alguna iglesia ponía allí los domingos, sino recordar las butacas del cine América y antes, mucho antes, las del cine Radar una noche cualquiera de la infancia, disfrutando de Marcello Mastroianni y Sofia Loren, en impecable blanco y negro.
(Patricia Patocco, 16 de Marzo de 2017)