VUELA EL CHALCHALERO

El 17 de abril de 2010 amaneció nublado y fresco, como son nuestros abriles, con esa humedad extendida del verano.

Me comuniqué temprano ofreciéndole transporte para el encuentro y muy cortésmente me dijo que de ningún modo hacía falta.
Ya habíamos hablado algunas veces coordinando la entrevista aprovechando que estaba en Salta por un monumento que inauguraba la ciudad, pero no nos conocíamos personalmente.
El horario del sábado a las 11 de la mañana no me seducía para nada. Es más, me parecía un error.
Una entrevista pública – esto es con gente desconocida enfrente, participando también de las preguntas – y convocar ar a la gente a esa hora me parecía poco probable, más bien incierto.
Pero el entrevistado valía la pena, el ciclo , denominado “Diálogos” estaba organizado por la Secretaría de Cultura de la Provincia y no había opción horaria, así que allá fuimos, con un montón de inquietudes escritas y otras tantas incertidumbres no confesadas.
La primera sorpresa fue constatar que tenía un público muy leal. Muy.
Diferentes edades y distintas extracciones sociales, gente elegante y gente sencilla. Muchos admiradores de barrios alejados, muchos grandes, muchos artistas jóvenes, todos ubicados desde temprano en la Casa de la Cultura – en el corazón de la ciudad de Salta- .
La segunda fue cuando divisé que llegaba y me acerqué a saludarlo. ¡Caramba! , la gente no lo dejaba caminar.
Varios minutos, entre besos y abrazos prodigados fueron necesarios para llegar hasta el final del salón.
Cuando nos sentamos en el living preparado en una tarima alta, con los micrófonos, las cámaras, un dibujante haciendo un retrato en vivo ( Andrés Sierra) y unas trescientas personas atentas observando me corrió un frío por la espalda.
Toda esa gente estaba allí para oírlo hablar Y verlo y tocarlo y lo miraban con el amor desbordado que solo se prodiga a los amores profundos, a los ídolos.
¿Iba a estar la entrevista a la altura de un ídolo?
Algo de ese destello, de esa oleada inexplicable me turbó unos segundos. En el silencio de esa sala, los ojitos de cientos de desconocidos expectantes, arrobados de admiración.
Es bonito ver el amor, es inexplicable…
Juan Carlos Saravia, el Chalchalero, canchero como ninguno, aprovechó la primera pregunta para lanzar un piropo- de esos corteses e inesperados- y contó una anécdota divertida de nuestros “off de record” telefónicos … y si ya tenía al público en el bolsillo, la carcajada general abrió el cauce del romance de ida y vuelta entre el octogenario ídolo y su público.
Y empezó la entrevista.
A los cinco minutos apareció Polo Román, otro Chalchalero y aunque no estaba pautada su presencia, se unió al fogón con la naturalidad de quien se suma a una guitarreada de amigos.
Casi veinte minutos después un “ohhhh” generalizado dio cuenta de que avanzaba con pasos agigantados Pancho Figueroa, otro Chalchalero y allí la ovación fue intensa y el volumen de la algarabía parecía ya imposible de medir.
Homenajes, giras, los comienzos, la Salta de antes, los viajes, la amistad con Los Fronterizos y la pretendida animadversión que los dos grupos emblemáticos fogoneaban, el accidente fatídico, los Chalchaleros de los comienzos, (El recordado Ernesto Cabezas, entre ellos), el fútbol, los hijos y las risas, siempre las risas atravesando una charla intensa que recorrió sus vidas y haceres como embajadores del canto y el folclore salteño en el mundo.
Luego, el público emocionado y feliz pudo hacer sus preguntas y nadie se movió de su sitio hasta que Juan Carlos los abrazó, los besó, posó para las fotos o les estampó su firma.
Esa mañana terminó cerca de la hora de la siesta, pero seguro que ninguno de los presentes pudo descansar.
La humanidad, la divertida presencia de Juan Carlos Saravia y su generoso darse a los otros quedó en la retina y el corazón de los tres centenares de personas que lo vieron ese día.
Luego, diversas circunstancias y escenarios me permitieron entrevistarlo otras veces.
Y creo que el secreto de esos ejercicios de esgrima que eran las deliciosas charlas con él, consistía en lograr frenarlo a tiempo, para volver a preguntar algo más y algo más y conducirlo. Bastaba una palabra para que desandará todo un capítulo de su intensa historia.
Su verborragia y su picardía natural hacían de cada nota un juego desafiante.
Es que su dedicación al público era tan inmensa como su responsabilidad a la hora de subir a un escenario.
Entregado en cuerpo y alma, con una simpatía inigualable, con el corazón desbordado de amor a Salta y a su público. Y su sencillez, un detalle imperdible.
Nos dejó.
¿Nos deja? ¿Puede un ídolo dejar a sus fans alguna vez?
Descanse en paz Chalchalero, su canto genuino ha sido entregado en todas las latitudes y vuela, vuela, en todas las direcciones, sobre todo la que va directo al corazón de su gente.

(Patricia Patocco, 18 de Enero de 2019)