Walter Adet
“…NO PUEDO IRME PORQUE NO ESTOY AQUÍ”

 

Walter Adet, inmenso poeta salteño que nació 1931 y falleció en Salta en 1992. Trabajó como periodista y desarrolló una profunda producción poética que alternó con estudios sobre la historia y la literatura de Salta. Publicó los siguientes libros de poesía: En el sendero gris (sonetos, Salta, 1962) Canciones de una rosa (plaqueta, Córdoba, 1966); El aire que anochece (Salta,1971) ; Memorial de Jonás (Salta, 1981) ; La casa donde soy (carpeta -de poemas con ilustraciones de Antonio Yutronich, Salta, 1984); Los oficios (antología, Salta, 1987) y El hueco (antología, edición póstuma, Madrid 1992 y Salta, 1992). Publicó numerosos ensayos. Aquí algunos de sus poemas, que nos dan la pista de su notable obra en la que conjuga el misticismo, la sorpresa ante la vida, los oficio, todo dicho con la palabra justa, con la mirada descarnada. Solo unos poemas, para despertar la curiosidad del lector que seguirá su búsqueda.

 

EPITAFIO EN LA TUMBA DE UN PODEROSO

¿Reconoces el polvo de mis huesos
en la ceniza de los fuegos fatuos?

Es mi castigo el de los que ambicionan
en la vida hojas de oro:

con el otoño
regresar a la fiebre del oro en hojas de árbol.

 

ESTE AÑO NUEVO

No seguiré escribiendo
este año nuevo
porque no habrá de qué,
mientras tus muletas enterradas
pasean, pobre mía,
sobre mi corazón, despertándolo.

Ahora que fueron
a sembrar tus ojos
cuando la luz
no brota
de la tierra.

II

¡Oh la tibieza con que me atolondra
el aire de esa tierra!

(Yo soy el de la boca
en una brizna
sorbiendo la pradera)

III

Árboles de esos ríos
de un envión en mi frente,
álamos que adelgazan
en pájaros
sus ramas,
y mi niñez, que asoma
desde fotografías,
a ver, absorta,
cómo estoy
de viejo

 

INFANCIA

¡Tiempo de luces como arrodilladas!

En este día de sucia sal y de gastado hueso,
llegas, vestida con la piel del cielo
y con un gorrión salpicado de rocío,
ágil de plumas, suelto de gorjeo
sacudiéndose en las lajas…

¡oh el luto familiar aposentándose
en tapizados muebles de otro siglo!
Las polillas gastaban la quietud de cera
de los viejos arcones,
y la rosa, en el cerco de mis manos
latía, aleteaba como una paloma.

II

Con el pico sangrando su agonía,
sepulté por la siesta, y ahora sube
el pájaro de infancia que en mi había,
a la mortaja de una blanca nube;
muerto, quemado por la luz del día.

III

¿Recuerdas que el otoño
era el último vuelo de los gorriones muertos,
bajo un sudario de hojas?

¿Que el invierno aventaba la ceniza
de todos los crepúsculos?

En los amaneceres se descuajaba un árbol,
por alzar a los cielos su canasta de pájaros.

Salían de los albañiles, flotantes en la luz,
casas ovacionadas por el polvo
y tú dormías con un pie en la calle,
trinos por cabecera
y la boina sonámbula en los prados.

IV

Quiero llorar y todo me consuela,
la voz amada y el paciente oído.

(Sobre un campo de lobos,
caballos de ojos de agua
bebiéndose el rocío)

 

JONÁS Y LA SEMILLA I

Cuando Jonás, el profeta,
tocaba fondo en el vientre del pez,
soñó en su corazón un germen,
una semilla insumisa
y, tragándola, un pájaro como una flor de calcio, de
plumas color viento, una paloma.

Un pájaro zambulléndose en sus alas
disolvía en su boca la piel, la placenta verde de la
semilla
y germinó la yema y dijo a Dios:
¿Siembras tu voluntad llena de brotes
y no la mía, tus salpicantes gajos de saliva en
mi boca?

Árbol de mala sombra crezco porque es un viento
deshojante la vida,
es como las hormigas con el viento en sus velas.

Porque también he visto construir para la muerte, y
hombres lo mismo que albañiles de sepulcros.
Porque también conozco abortos de mujer a los nueve
meses, en forma de hombres.
Y este injerto de pájaro, del otro reino en mi yema
de árbol,
la incisión con la uña, que has abierto, no
cicatrizará.
Has deshecho el tejido donde duermo, comes igual que
perra la bolsa de tu cría.

 

JONÁS Y LA SEMILLA II

Y rociaba un gran sueño la nube de semillas en los
párpados de Jonás cuando preguntó:

¿Soy el hijo de Alicia, de su ala que acaricia, o
lombriz de tierra?

Porque los muertos huelen el agua y siento su sabor
en la lengua.

Porque fui como antojos
de parturienta pobre diciendo: injertaré a un rosal
mi sombra de árbol.

Porque junté las plumas de una paloma en la
primavera verde y fría, quise soldarle un ala
al viento

y estoy aquí buscando un vaso
en el fondo del río, en la piel de los dientes del pez.

 

JONÁS Y LA SEMILLA III

Entonces Jonás
regresó a las espinas de la tierra,

a esta vida que brota de la muerte como las hojas
de una puerta en el árbol

Su alma estaba triste
y Dios le dijo:

¿Todavía recibes en la casa del duelo, y
me niegas?

¿Ves en sazón la doncellez del fruto, y preguntas
quién desfloró a la higuera?

¿Conocerás recién la vida en el
crecimiento de tus uñas y de tus cabellos bajo la
tierra?

Afianza tus raíces, porque no seré siempre
jardinero de almácigos.

¡Ay de los que tragando saliva escupen su alma!

¡Ay de los que maldicen la pesadilla de soñar
despiertos!

¡Ay de los que en el pésame deshojan la palma
de su mano!

¡Ay del hombre, nacido de dos vientres a la
muerte!

 

LA CASA

La saludas con ojos baldíos,
le tiendes una mano
de cal, a tu casa.

Vives para la puerta en que te cierras y te sepulta
la ventana.

Ya de tantas paredes
con orejas
das a una tapia sorda,

animal sediento de espejismos;

hombre que ves al humo
desasirse del fuego
bajo las indolentes nubes,

dóciles
al empuje
de sus aguas.

 

 

MADRE

Mi madre, enferma en su batón raído,

se demora y ausculta en la penumbra

si la vajilla del hogar relumbra

y si estoy bien tapado y ya dormido.

Abre la puerta sin hacerme ruido

y con la última lámpara que alumbra

a media luz mi corazón columbra

un jirón de mortaja en su vestido.

Porque madruga cada vez más vieja

en su trajín de remendar el cielo

con un hilo de su alma destejida.

Y yo siento que todo se me aleja,

que no sé darle ni un fugaz consuelo

entre tanto recuerdo que la olvida..

 

 

ORDEN SOCIAL
Enseñan a escribir en las escuelas y a leer
entrelíneas en las cárceles,
persuaden a los gatos regándolos, rociándolos.

Contradecirlos
es hacer un nido
en el sombrero
del espantapájaros.

En la otra vida
allanarán la imprenta
donde publica hojas
inéditas el árbol.

CANCIÓN DEL LUNES
Fumas y cabes en un cenicero,

contemplas apagada
por el fuego
tu casa;

y miras la traición
del hombre al hombre
víspera
de otro día
sin mañana.

(La traición,
esa mano
que lava la otra
mano,

cuando las dos
emponzoñan
la cara).

-del libro póstumo EL HUECO, Salta, 1992.

 

CANCIÓN DEL ALBAÑIL

Eres dichoso, albañil;
puedes blanquear tu sombra en las paredes,
tocarle las mejillas
con polvos de albayalde,
maquillarla en la luz,
sobre el andamio.

Pero que no la pierdas encalada,
que bajo la cuchara
no te la olvides, luego,
tapiada y agrietándose,
vieja y descarada,
a la espera del alba
y el añil de tus manos.

Un día, cuando mueras,
en cuántas casas se darán, de pronto,
con que una sombra más
vive en los muros;
y no habrá nadie
para alisarle las arrugas,
para cambiarle sábanas
y encenderle la cara
con un toque de cal.

CIPRÉS

Pájaros y cipreses
sobre tu sueño, en la tarde.
Y en un vaso la flor
que corté de tu pecho.

(Amo el ciprés
donde se llora el verde,
aprendo a leer su nervadura
en cada línea
de mis manos
y huelo su calcárea respiración,
su fósforo,
árbol donde los muertos
echan hojas)

Y tú, por él,
pensando qué nos falta.
El aire y nadie más
te sobrevive.

 

DESDE BAJO LAS AGUAS

Escribes con la mano que busca dónde asirse
desde abajo las aguas
antes de ser el agua que se
empoza en las nubes.

Sufres la sed que sólo
apaga el fuego.

Oyes en unos muslos
el canto
de los peces, y desde tu tabaco le aúlla un perro
de humo a la muerte!

 

DESDE LAS ALTAS RAMAS

 

Hija mía, en tus ojos nuevos ríe
la luz, como los pájaros
en su vaina de pluma,
y quieren correr mundo desde las alturas ramas
donde levanta el árbol
su basamento trémulo.

Una vez, estos míos
-ojos que ya la sombra despabila-
subieron de un envión
a su empinado pedestal,
miraron a la madre
guiar la enredadera
y prohibirle las hojas del rosal,
a la hormiga.

Viajaron con el árbol
sin despegar los pies,
lo vieron irse, hundido,
buscando lejanías
y hoy resbalan cansados sobre
estos fríos muros,
sobre estos paredones
que el tiempo entelaraña.

 

DÓNDE EL ÁUREO SEMBLANTE

Dónde el áureo semblante,
la rubia imagen de la luz rostrosa
bajo el sabroso aliento;
la sosegada y ancha faz, por la
que pudo florecer la espina
y ser espina y aguijón la rosa.

 

EL ESPEJO

Irina, no hagas caso de tu lloroso padre;
búrlate cuando diga que hurta el bisel
la imagen y la devuelve vieja,
que la separa del rostro, de la piel,
con sus manos,
y ha enturbiado la faz de rientes ojos
que ardían en la luz,
grandes y claros.

Niégale que desde lo profundo de esos
cofres,
de esos desvanes de la luna suben
las corrosivas aguas;
tápate los oídos a sus fábulas, a sus
leyendas y dile
que jamás han brotado del azogue
los surcos en la cara.

No des pábulo a historias ni hagas
como él y alienta
en los espejos boca a boca, hija mía;
infúndele a tu imagen el soplo de
la vida,
y déjala en el mundo cuando a tus ojos
viajen dormidos
a ser la luz que al fondo del cristal,
se triza.

 

EL PAN

¡Cuánta abundancia
de escasez en esta época!

Le tiemblas a la hora
de comer,
hombre absurdo.

Le tienes miedo al hambre
porque te saca
todo
el pan.

 

EL TEJEDOR DE JAULAS

Ser como entonces
el que sonreía
de oir cantar a un tejedor
de jaulas

Señor que dices
en la voz de un niño:
Tengo en la mano
un humo que no
se me escapa

¡Cuándo
verán los ciegos
del oído
la luz
de tu palabra!

 

 

CANTO DE AMOR

Polvo trepándose
a mi sombra
cielos con pájaros de arena
yo caminé sobre las aguas
a dejar huellas en la tierra.
Sobre las aguas
de tu cuerpo
donde la siembra
es mi cosecha
donde nos deshojamos
en el otoño
de la piedras.