YOGA SIN COTILLÓN

He olvidado su nombre .

Solo una vez lo supe pero lo olvidé. Él lo había reemplazado hacía décadas por el nombre impuesto por su maestro en la India el día que comenzó su nueva vida.

El yoga, su investigación y enseñanza fue desde allí el motor de su existencia.

Construyó edificios maravillosos, diseñó espacios soñados para la práctica, la investigación y la observación del yoga ligado al arte.

Amante de las estrellas y las constelaciones de las que se sabía hasta el último secreto.

Pródigo conocedor de las propiedades de las flores, de las hierbas silvestres, ávido investigador de la naturaleza de cada lugar.

Cocinero audaz, dueño de una energía sin par, investigaba filosofías, religiones, mitología, historia…

Decidor de verdades dolientes, de esas que hacen retroceder y encontrarse con uno mismo. De esas que te ayudan a cambiar rumbos y mover montañas, de las que te lanzan al futuro.

Explorador del alma, fue un escudriñador de las capacidades de cada persona que se animaba a entrar a su vida. Y había que animarse porque estrujaba cada una de las creencias, hacía dudar de todo y luego de la sacudida existencial mostraba un camino ancho y luminoso para quien quisiera transitarlo y se iba.

Entraba y salía de cada vida como un prestidigitador.

Generaba amores y enojos, pero nunca pasaba desapercibido.

Formó una gran escuela de yoga con centros en diversas provincias argentinas y en Italia donde se enseñaba la ciencia milenaria del yoga, las posturas y las respiraciones con su correspondiente traducción a la ciencia: para qué servía, que zona del cuerpo, de la mente y del espíritu se activaba.

Una persona que vivió a su manera y que dejó un camino colmado de enseñanzas y oportunidades de crecimiento para los demás.

Tuvo el maravilloso don de enseñar el yoga sin cotillón.

Sólo con su sabiduría y su intuición desarrollada.

Hoy amanecimos con la noticia de que ya es luz. Quizás siempre lo fue.

Y cientos de personas en el mundo, lo despedimos agradecidos de que haya ensanchado con su energía inacabable nuestras conciencias.

Con la emoción de que sus destellos hayan iluminado de esa manera única, un segundo de nuestras vidas .

Aruna Nath Giri fue su nombre, el Maestro.

 

 

(Patricia Patocco, 20 de octubre de 2020)