Crónica “LIFTEARTE”

Cada domingo a la tardecita después del te/cena que invariablemente incluía torta recién hecha por sus manos, llegaba el momento de la tortura.

Después de bañarnos, las tres hermanas  de pelos muy largos empezábamos a luchar con peines y cepillos para desenredarlos, nudo por nudo,  por todos  lados. Entonces ella aparecía con su crema Hinds, se ponía en las manos, nos daba unos toques mágicos y lográbamos alisar los cabellos.

Eso era todo.

Era 1970 y no existía la crema de enjuague o las cremas para peinar y si se habían inventado, en casa no se conocía. Mi mamá apelaba a su única crema : la Hinds, esa rosa histórica que usaba para todo: rostro, manos, cuerpo…y hasta el pelo!

Hoy, la cuestión resulta inverosímil. Entrar a cualquier farmacia o perfumería es como entrar a un paseo desconocido, en el que cientos, miles de frasquitos y envoltorios de mil formas nos reclaman conocimientos que no tenemos…pero que hemos escuchado en algún lado…crema para tal momento del día, desodorante con aromas a orquídeas de un país exótico, geles para alisar hasta la más rebelde de las ideas y cientos, miles de productos que jamás imaginamos podíamos necesitar. Es la sociedad de los cosméticos.

Es 2016 y llego a un aeropuerto. Entro a la perfumería  y enseguida se acerca la agradable vendedora que, por su acento es colombiana. Pregunto por una crema.

-“¿Esas para “liftearte” ?”- dice con sonrisa cómplice

-“¿Para qué…”- pregunto sin entenderle bien- aturdida, entre tanto ruido y palabras que desconozco.

– “Eres argentina y a ustedes les encanta “ liftearse”, no?  “- me aclara y me muestra la crema.

La verdad es increíble.  Un verdadero milagro, que cuesta como un milagro y tiene efecto, digamos… por un ratito…ese ratito de gloria .

“Liftearse”, como desarrugarse, como alisarse”- pienso- y me voy, con el verbo que me taladra el cerebro.

La conquista de la belleza,  ya no es solo para algunas elegidas por la naturaleza. De hace mucho, pero nunca como ahora, se compra en frascos a medida de cada bolsillo.

Se ha transformado en  otro culto universal y las mujeres estamos rendidas a sus pies.

Es otra de las batallas silenciosas y cotidianas que se libran porque a todas, tan empujadas a “ser jóvenes y lindas por siempre en esta sociedad vidriera” nos encuentra  más de una vez/en algún momento/siempre/ mirándonos solas frente al espejo preguntándonos por lo que cada quien considera sus imperfecciones.

Digo batalla y es que toda batalla supone un enemigo. Y a este enemigo  a veces  no lo vemos, es invisible, nos empuja, nos devora…

La industria cosmética es una de las más florecientes  de los últimos 100 años,  mueve impresionantes cantidades de dinero y sigue en ascenso ramificándose hacia lo inimaginable.

Es también una enorme, monstruosa fábrica de deseos y frustraciones.

En esto, también somos las víctimas preferidas.

Por suerte, la libertad no viene en frascos ni en gotitas. Se toma la dosis que cada quien puede.

 

(Patricia Patocco, noviembre 2016)