Crónicas LO MAS NORMAL

Es noche de fútbol en Argentina. Todos los televisores encendidos y las radios vociferando.

La gente mira la redonda como a un punto hipnótico que lleva y trae a todos, de aquí para allá. Juega un equipo local con uno extranjero y ruge el Monumental.

Su construcción se parece al Coliseo Romano, ese ícono de la cultura occidental, construido en el 72 D.C. que está aún de pie, ingresando millones, como el fútbol, pero ahora del turismo.

La arena del Coliseo se usaba otrora para competencias de caza de animales y batallas navales con un sistema increíble de canalización. Sirvió luego como refugio, fábrica, sede de una orden religiosa, fortaleza, cantera y hasta santuario cristiano. Aún hoy, como fin del Vía Crucis.

Pero ha pasado a la historia por la lucha entre gladiadores, un espectáculo popular para el que los romanos se preparaban con esmero. Cada dos días de trabajo, descansaban uno, entonces, acudían allí con sus familias, enviaban a las mujeres y los niños a las últimas gradas, donde no se veía nada y comían, tomaban y disfrutaban con el espectáculo de sangre, el día entero.

Fiesta, comida y alcohol.

Los gladiadores, eran por lo general esclavos, pero también había romanos, profesionales bien alimentados, preparados para luchar y entretener a la gente. Había una escuela de entrenamiento especial para ellos y algunos se convertían en el equivalente a los sex símbolos, aspirantes a millonarios que son algunos futbolistas de hoy.

Por estos días en Argentina, volvió a ser noticia el futbolista condenado -en espera – a 6 años y medio de prisión, por la violación de una chica. A ella no solo la ultrajó, la llamó botinera y la trató como a una “cosa” que compartía con sus amigos futbolistas, como quien comparte una comida.

También hubo intentos de disuadir a la chica y prejuzgamientos constantes, pedidos y amedrentamientos varios durante tres años y medio. En fin, la denigró tanto como pudo.

Fiesta, drogas y alcohol, también en el caso de Alexis Zárate, que, con impunidad canallesca contó con toda naturalidad su “acuerdo” con sus amigos, uno de ellos además, novio de la víctima, que se hizo el gil, mientras la abusaban a su lado.

El análisis de los whatsApp desanudó “el pacto entre caballeros” que habían hecho y que a ellos les parecía lo más normal. Ante la condena, hasta el club tuvo que darle licencia hasta ver qué se hace, porque está condenado pero libre.

¿A cuántos más les parece lo más normal?

Porque en la calle puede verse que la mayoría de los muchachos adoptan la estética futbolera: la camperita y el jogging, el corte de pelo de moda, rapadito en los costados y con algún jopo extraño arriba, los tatuajes, los modos de hablar.

En este espectáculo /negocio que es el fútbol circulan junto a las destrezas y a las ilusiones de los changuitos que llegan, una pesada carga cultural que es urgente desactivar, porque sirve también de ejemplo a millones de jóvenes.

A ellos los compran y venden como esclavos de lujo, para negocio de toda una cadena de empresas y para regocijo del que se emociona desde su casa con un gol. Del mismo modo les fomentan y acrecientan las oscuridades del peor machismo.

Como sociedad podemos lograr que no sean naturales las actitudes de semidioses con derecho a cualquier ultraje. Desaprobemos abiertamente las canalladas disfrazadas de “normalidad”, las incivilizadas maneras que destruyen vidas de mujeres y familias enteras.

Que las gestas queden en los partidos.

Que lo “natural” sea que el virtuosismo brille en el juego pero también que vuelva la virtud al verdadero concepto de “ser hombre”.

(Patricia Patocco, 23 de septiembre de 2017)