Fue inaugurada la Expo Libros 2019.
Para la oportunidad se realizó un merecido homenaje a Amy Patterson, una música tucumana pero que vivió y desarrolló su obra en Salta, desde los años 1940 en adelante, enseñando música a cientos de niños en edad escolar y a la vez, componiendo obras infantiles, desde las más sencillas hasta verdaderos himnos, como el Gloria a Salta que luego, fue convertido en el Himno a Salta.
Una mujer creadora, que estuvo en acción hasta hace muy poco tiempo y cuya obra ha sido rescatada de las fauces del tiempo a través de la edición de su obra musical con partituras incluídas, de manera que su legado se proyecte al futuro.
A continuación reproducimos el emocionado discurso inaugural de María Eugenia Carante, asesora de la Secretaría de Cultura y una de las principales impulsoras de esta importante edición musical
» Es especialmente emotivo inaugurar la novena edición de Salta Expolibros con la presentación de este libro editado por el Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura, y que reúne las partituras de la destacada compositora e intérprete de Salta, la maestra Amy Patterson.
Y permítanme antes de hablar de la publicación, rendirle un homenaje a esta artista cabal, que si bien es personal, creo que expresa el de toda una generación tan vinculada a Amy a través de su música.
Conocí a Amy hace muchas décadas atrás, cuando frecuentaba su casa de la calle Ituzaingó para aprender piano. Ocurría eso con rigor los sábados. Recuerdo el ansia con que esperaba durante la semana que llegara ese día para acudir, no a la casa de los espíritus, sino a la casa del espíritu que era lo que solía representar ese lugar, una especie de paraíso, que emanaba belleza, música y poesía. Un inmenso salón, así me parecía, donde había un hermoso piano, una mesa llena de partituras, un violín sobre un sillón, un jardín lleno de flores, un pájaro de yeso que, atraído por un imán o por no sé qué mecanismo, se inclinaba rítmicamente a sorber el agua de una pequeña fuente. Efecto de hechizo o magia en la imaginación de niña, del que apenas lograba huir ante la voz melodiosa y enérgica de la maestra que infatigablemente repetía el solfeo en el afán de que su alumna aprenda. Era una casa, la de Amy, donde el arte era el amo y señor.
No sólo era la vehemencia y la pasión que Amy imprimía a sus lecciones; era también la afabilidad, el don de gentes de ella y de su esposo, la solidaridad y la alegría que nos inculcaban como cuando don Pelayo algunos domingos nos cargaba a los niños del barrio en un carrito que acoplaba a su vehículo para llevarnos al asilo de anciano a cantar para ellos; o a la radio, a un programa infantil, donde teníamos nuestros “cinco minutos de fama”.
Estos son mis recuerdos de Amy Paterson que he querido hacer presente en esta oportunidad, recuerdos que podría ampliar recordando a mi madre cantándonos: “Caracol, caracol, saca tus cuernos al sol, y verás caracol cuantas cosas hizo Dios”, canción que no sólo era música y poesía, sino filosofía de vida, religiosidad pura, natural, simple y alegre que se instalaría en el corazón infantil para siempre; o en los actos escolares de hace tantas décadas atrás, en que la escuela sin tanta teoría brindaba verdaderamente una formación inclusiva, cuando en las fiestas patrias vestidas de japonesitas, bailábamos al son del “chin, chin, chin, me voy en palanquín, me voy a la China, me voy al Japón…
En fin, he querido decir que Amy Paterson ha sido para mí una presencia constante e indeleble, como son ciertas vivencias de la infancia que, por su plenitud, nos acompañan toda la vida.
Por supuesto, uno crece, la vida nos lleva por otros caminos. Perdí de vista a la maestra y excepcional ser humano. Ya adulta, alguna vez la vi silenciosa, etérea tocando el piano en el salón del Hotel Salta. Hecho que me conmovió intensamente por el contraste entre su magnitud de artista y su figura allí imperceptible, humilde, seguramente ajena a la circunstancia. Solo ella y su música.
Decía, que la vida nos lleva por otros caminos, pero otras veces nos reencuentra. En este caso, para rendirle un homenaje a la maestra, a la artista, a la persona, a esa especie de ángel que dejó la huella agradable, positiva en el espíritu, de esas que nos fortalecen ante los avatares de la vida.
Y ahora sí, continuando con el reencuentro, y volviendo al libro que presentamos: Amy Patterson. Obra Musical, esta publicación tiene su historia también, que comienza hace unos años, cuando reencontramos a nuestra artista a través de Patricia Patocco, a propósito de la publicación de poemas de su autoría reunidos bajo el título Desde el Balcón, en seis pequeños tomos, el primero de los cuales lo publicó Patricia en su editorial Crear, y los posteriores, el Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura.
Casi simultáneamente, Amy Patterson tomó la decisión de donar a la Orquesta Sinfónica Infantojuvenil su piano, luego su violín y finalmente las partituras de sus composiciones al Archivo de la Orquesta Sinfónica de Salta.
Esto último fue el origen de este libro y que, gracias a la intervención de profesionales archivistas de la Orquesta, hoy lo vemos publicado. De estos profesionales, quiero manifestar un reconocimiento público y un enorme agradecimiento a GONZALO FERNÁNDEZ BARRIOS, quien tuvo la extraordinaria paciencia para lidiar con nuestra obsesión por ver nuevamente en circulación y al alcance de los músicos, y de los maestros las composiciones de Amy. Gonzalo Fernández Barrios, con envidiable y paciente dedicación, consciente del legado que habíamos puesto intempestivamente en sus manos, realizó un impecable trabajo de digitalización de estas partituras, sin lo cual no se hubiera podido llevar a cabo el proceso de edición.
También es de destacar la participación de Alicia Santillán y de Gustavo Kantor, ambos sobrinos de Amy; Alicia que tuvo la paciencia de recuperar y compilar las partituras, y Gustavo, la de colaborar con la revisión de la edición.
Así es cómo finalmente vimos concretado nuestro objetivo, que nos parece la mejor manera de homenajear a Amy Patterson, a su talento artístico, dejando como legado, en este libro, su extensa y valiosa producción, para las nuevas generaciones»
(María Eugenia Carante)
Salta, 20 de SETIEMBRE de 2019