JUEVES DE TEATRO

 

El jueves 11, a partir de las 21:30, en la Casa de la Cultura se presenta la obra que comprende tres piezas de la directora y dramaturga uruguaya Jimena Marquéz llamada “Trilogía del Silencio”.

¿Cómo sería no poder salir más allá de un umbral o ver a través de una ventana? ¿Te recuerda algo?, Jueves de Teatro presenta la historia de dos mujeres que se encuentran encerradas en un eterno e irreversible bucle dentro de la cuadratez. Una obra desde la mirada del existencialismo.

Con las actuaciones de Gabriela Ojeda y Natalia Rivero, bajo la dirección general de Juan Nicastro.

“El huevo y la gallina”

Esta escena forma parte de un conjunto de tres obras. Es la segunda parte de aquel compilado donde todo se relaciona con la palabra y el silencio. El huevo y la gallina es un texto que busca desencadenar sucesos aleatorios, pero dentro de un bucle sin fin. Dos mujeres luchan por quién debe conservar el poder.

Este es un proyecto de Bajofondo Teatro Inc con la actuación de Natalia Rivero y Gabriela Ojeda, bajo la dirección de Juan Francisco Nicastro.

La puesta en escena se sustenta en tres textos fundamentales: “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carrol, “Metaformosis” de Franz Kafka y “La lucha por el poder” de Richard Evans.

La disposición escénica paramétrica (entendido como el proceso de diseño basado en un esquema algorítmico que permite expresar los parámetros y reglas que definen, codifican y aclaran la relación entre los requerimientos del diseño, del texto y el diseño resultante) es un reflejo de lo que la pandemia deja durante el periodo de aislamiento de la cuarentena. Un espacio pequeño, donde predomina el cuadrado y el cubo como figuras geométricas, la imposibilidad de salir del mismo y los resultados de estar dentro de un cuadrado, resaltando los temores, angustias y la imposibilidad de salir de ese bucle. Dentro del espacio conviven diversos elementos sustanciales. Durante el recorrido el juego es predominante como un escape de esa realidad y como un disparador subconsciente de los recuerdos oprimidos por parte de ambas.

En “El huevo y la gallina” la premisa del silencio es evidente. Lo que no queremos decir o lo que decimos por lo bajo. Durante ciertos pasajes de la obra, la palabra se hace fuerte en la denuncia de esa dominación, pero no se sostiene en el tiempo ante la presión de uno de los personajes. El dinamismo rutinario se encuentra en las coreografías esquemáticas y repetitivas, armadas por la necesidad de exponer lo que hacemos sin plantearnos el por qué ni cómo ni cuándo, y como hacemos ciertas acciones sin cuestionarnos y sin romperlas.

La definición kantiana de esta puesta sería: que todos tus actos te lleven a romper con el inevitable y contradictorio bucle.