Crónica LA SEÑORITA RUTH

Era maestra de 6º grado.

Alta, de hermosos ojos claros. Se tomó todo un año para enseñarnos a armar la biblioteca del grado.

Primero juntar libros. Cualquiera, viejo o usado pero arregladito. Haberlo leído, hacer una ficha de cada uno, organizar un armario especial para ellos. Ir rotando uno a uno, semana a semana, para hacer de bibliotecarios…y funcionó. Todos leímos ese año y mucho.

Era exigente, cálida y casi siempre, implacable.

Teníamos que escribir composiciones todas las semanas. A mí no me perdonaba una, me las corregía siempre, me hacía buscar vocabulario, sinónimos y antónimos, siempre algún cartelito en el cuaderno. Sin embargo a veces –solo a veces- me daba cuenta que, como quien corregía, parada en el patio durante el recreo, le leía a las otras maestras, lo que yo escribía.

Ver a la maestra orgullosa de mi trabajo era suficiente para que me esmerara cada día un poco más. Había descubierto en casa una de las ruedas necesarias para el oficio: leer. Ella propuso la otra: leer para escribir.

Cada tanto se ausentaba. Viajaba a Tucumán a rendir porque estudiaba abogacía, así que a veces se la veía algo cansada.

Un día, tomando “tablas sorpresa” de alumno en alumno, uno de ellos comenzó a reír y otro y otro y pronto, la risa nos había contagiado a todos…

Enojadísima, nos paró en seco, para averiguar el motivo de la risa. Nadie quería hablar, Por fin, uno se animó a señalarle los zapatos…

Usaba mocasines de taco y se había puesto dos zapatos similares, pero uno negro y el otro marrón…

Se miró en silencio los pies y luego, estalló en carcajadas, junto a toda el aula, haciendo una fiesta de su propio error, enseñándonos ese camino de la humana autoridad, del que sabe pero también puede equivocarse.

Pura coherencia mi señorita Ruth.

Hace un tiempo la encontré por las redes sociales, me escribió unas amorosas líneas por Facebook, apurada, antes de partir de viaje a visitar a una nieta que vive junto al Támesis e intuyo que está vital y activa, como antes.

Las maestras no siempre saben la inmensidad de lo que enseñan.

(Patricia Patocco, 11 de Julio de 2017)