LAS CHICAS CAMBIAN EL MUNDO

De la casa a la plaza.
Solas o en pequeños grupos fuimos llegando. Cada saludo y abrazo con conocidas y desconocidas, fue la fuerza para unirse y caminar junto a otras, mujeres, pares de todas las edades.
La marcha del 8 M, el día de la mujer en Salta fue multitudinaria y diversa. Mayor que ninguna hasta aquí y en consonancia con lo que sucedió en las más importantes capitales del mundo, 50 países. Insólita en una sociedad tan tradicional, pero Salta va creciendo.
Varias cuadras de mujeres caminando, cantando y bailando por los derechos que falta conseguir. Expresando claramente el hartazgo de vivir en una sociedad profundamente hipócrita, que se entrevera en discusiones sin sentido, que moraliza el cuerpo de las mujeres disciplinándolas todo el tiempo.
Como en cada marcha de reclamos, cada uno ve lo que desea ver.
Miéntras algunos vieron con desprecio a “algunas locas”, yo ví a cientos de mujeres de diferentes procedencias unidas por la necesidad de ver y vivir cambios profundos en la sociedad.
Vi mujeres sorprendidas y felices de encontrarse en una marea humana que incluía a muchos niños/as y a muchos hombres también; incluso, algunos desde los balcones que golpeaban tapas y baldes instando a la marcha, corriéndose también ellos con sus gestos de apoyo, del rol de “machos”, ese que las pintadas denuncian.
Ví mujeres “avioletadas” y “enverdecidas,” con pintura, con delantales, con pañuelos, marcando con los colores que portaban el imperioso reclamo de “basta de femicidios, travesticidios y violencias” y la legalización del aborto, los dos pedidos transversales.
Vi mujeres de todas las profesiones y procedencias sociales, desde marginales a académicas, pero sobre todo ví jóvenes.
Cientos y cientos de mujeres jóvenes convencidas de que pueden cambiar este gran techo de cristal, con agujas que apuntan hacia ellas que es el patriarcado, que sometió a sus madres, a sus abuelas y a todas las que las precedieron.
Estas chicas están cambiando – definitivamente – el mundo.
Y no quieren la guerra con los hombres. Entiéndase bien, quieren la paz y el amor con los hombres (o con quien elijan) , anhelan igualdad de derechos, paridad en cada segmento de su vida personal y social.
Esos fueron los ejes, y de allí en más su sumaron muchos otros, porque lógicamente, el de las mujeres es un colectivo amplio y diverso y los requerimientos son muchos: paridad salarial; la ley Brisa para hijos e hijas de víctimas de femicidios, plena ley de identidad de género y las disidencias de género, estado laico y varios otros de tinte partidario.
¿Qué había partidos políticos?, y si, los había, como en toda marcha.
¿Qué hubo pintadas?, si, las hubo, como en toda marcha.
Pero que el árbol no tape el bosque.
La marcha fue masiva, contundente y cada cartel con textos creativos, cada bandera, cada baile, cada mujer caminando, cada pañuelo verde, violeta, de colores, habla de una conciencia colectiva que crece año a año, porque la desigualdad y la violencia siguen manchando el camino.
La noticia del fallecimiento de otra mujer en situación poco clara hasta ahora, pareció una burla macabra en ese día, pero no lo fue.
Es un corcoveo del sistema patriarcal, el feroz atrevimiento de algún violento, una muestra terrible de la impunidad de los femicidios que las marchas solo han contribuido a visibilizar, a hacer notar, con el claro pedido al Estado de cambios.
Cambios profundos y duraderos que garanticen para las mujeres igualdad de derechos y de oportunidades.
Las mujeres pusimos el cuerpo, siempre lo ponemos y además, marchamos a cara descubierta.
La marea sube, la esperanza del cambio de conciencia y de condiciones mejores de vida para todos por igual, impulsa al feminismo.

Patricia Patocco
( FOTOGRAFÍAS Pablo Karanicolas)