LAS MAL VISTAS

Pululan los modelos de “tapabocas”.
Los hay de colores, de diseño, hechos con retazos, con pañuelos de moda, con botones, elásticos, cintas…Como sea, no son bonitos ni cómodos.
Me niego a llamarlos “tapabocas”.
Y no es solo una cuestión semántica, es también un símbolo del momento extraño y angustioso que atraviesa el mundo.
A los innumerables problemas que cada uno transita (no vamos a describir porque crónicas de la pandemia también abundan) se suman muchos otros que ahora en esta quietud –casi salvaje- saltan a la yugular.
La cuarentena puso blanco sobre negro y ahora se ven amplificadas las profundas inequidades del sistema.
Hasta el día 32 de la cuarentena, se cuentan 23 femicidios en Argentina, con sus correspondientes huérfanos, con sus correspondientes hogares devastados.
Entonces ¿cuáles son los números reales?
Porque antes de un femicidio ocurrieron escalonadas, muchas y muy diversas violencias. Saltan a la vista, subrayadas con fibrón fluorescente las múltiples violencias puertas adentro.
Soledades, silencios, mezquindades económicas, gritos, ausencias, ninguneos. Esas formas invisibles del maltrato que preceden al estallido del empujón, del manotazo…
La obligada circulación exclusiva por el mundo doméstico: a veces un miserable cuarto donde se apiña la familia, a veces una mansión donde se barre bajo la alfombra la miseria humana, ha desnudado otra falta de equidad.
Las tareas repetitivas, monótonas que son las de la subsistencia y el encierro potenciaron todo lo que se gestaba.
En algunas familias se logró evolucionar en el aprendizaje y la necesidad de compartir las odiosas “tareas del hogar”. Las mal vistas, las desdichadas tareas invisibles, las que hoy pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte: esto es la higiene, la alimentación, la crianza y ahora, se sumó la enseñanza escolar de los hijos, la atención de los mayores…
En otros hogares, sin embargo hay alguien que se desentiende de esas tareas, alguien que se niega a llevarlas a cabo, que no ha aportado lo suyo: en dinero, en tiempo, en esfuerzo. Que inicia un ciclo de agotamiento feroz de otres, por lo general de una mujer.
Hay niños que lo sienten, viejos que lo padecen, mujeres que lo soportan.
Son temas antiguos pero nodales también en la pandemia : la equidad y distribución de tareas. Lo doméstico y las tareas de cuidado son de pronto las tareas invisibles que visibilizan.
Tapa bocas.
Me niego a romantizarlos con florcitas y a ponerles eufemismos.
Después de todo son simples barbijos para transitar un tiempo de contagio que no respeta edades, sexos, condiciones.
Un tiempo que también se ensaña puertas adentro con quienes ejercen el cuidado familiar, donde definitivamente, no funciona tapar nada.

(Patricia Patocco, 23 de abril de 2020)