LAS NADIES

 

Maternar es duro, difícil.

Es emprender una obra para siempre, a la que se llega sin imaginar exactamente todo lo que hay que brindar, todo lo que hay que dejar de lado.

La maternidad suele ser un estadio transformador en la vida de cualquiera, un viaje de ida del que ya no se regresa.

Pero no es una tarea para todas.

Una aventura fascinante, que lleva a descubrir capacidades que ni sospechábamos tener, que hace aflorar sentimientos que no sabíamos que existían, que nos convierte de pronto en leonas capaces de lo que sea por defender a las crías.

Pero no es el paraíso.

Es un rol fundante para la vida de otras personas y como tal implica una responsabilidad que agota, que llena de dudas, que lleva a renunciamientos y a sacrificios.

Se pone el cuerpo dispuesto a muchas transformaciones: duele, crece, se agranda, se inflama; experimentamos amor, miedo, incertidumbre y miles de emociones más y luego con un niño/a en brazos sigue doliendo y transformándose mientras además, debe atenderse al nuevo ser.

¿Cómo se vive todo esto cuando no se desea maternar?

Como un designio del destino, con esa resignación que luego se cobra en tardías facturas a los mismos hijos o lisa y llanamente, como una tortura.

El debate sobre la clandestinidad o legalidad del aborto, en Argentina, en este final del 2020 ha servido entre otras cosas para dejar de romantizar la maternidad, que es mucho más que el baby shower y la ropita de moda.

Ha servido para que mucha gente mire la realidad de otra manera, para que afloren las historias familiares silenciadas, para que se valore la necesidad de la educación sexual desde el nacimiento para elegir y no tener que llegar a un aborto.

Pero sobre todo, sirve para que las mujeres – en un plano de igualdad legal – tengan derecho al placer sin miedos. Y autonomía para gestionar sus vidas. (va siendo hora que devuelvan esa palabra.)

Muchas ya tenían esa posibilidad, como un as bajo las mangas del silencio farisaico.

Las otras, las nadies de Argentina, celebramos esta nueva emancipación.

La más profunda, la que nos da derecho absoluto sobre nuestros cuerpos, porque siempre fueron nuestros cuerpos los que se pusieron en disputa.

Varias generaciones trabajaron por esta ley, “por el derecho humano al goce”, como dijo Pino Solanas en 2018. A todas ellas, gracias.

Hoy se la dejamos a nuestras hijas y nietas.

Hoy por fin #esley.

Patricia Patocco, 30 de Diciembre de 2020