Novela Histórica CABEZA DE TIGRE

Narrador, ensayista y dramaturgo, Marcos Rosenzvaig es un autor tucumano radicado hace décadas en Buenos Aires, con una importante obra publicada,  que llega a Salta a presentar su última obra “Cabeza de Tigre” La patria que nos robaron, una novela histórica.

En esta charla que mantuvo con Artenautas, habló sobre la obra y se explayó sobre esa verdadera búsqueda del ser que hay detrás de cada escritura. Lo acompañarán en la presentación, la profesora Betina Campuzano y la escritora Gloria Lisé, el jueves 12 de abril a las 19 hs en Buenos Aires 177, con entrada libre y gratuita para todo público.

– Presentás tu última novela, ¿de qué se trata Cabeza de Tigre?

– Tres historias se desarrollan en un mismo sitio: Cabeza de Tigre. En 1810 el fusilamiento de Liniers, el robo de las actas de la declaración de la independencia al chasqui Cayetano Grimau (1816) y el fusilamiento a sangre fría de siete militantes montoneros en 1976 por un grupo de tareas de la dictadura. Estas tres relaciones se unen en el relato de un padre, descendiente de Cayetano Grimau, que cuenta estas historias a sus hijos.

La urgente cabalgata del chasqui sale mal. Un grupo lo intercepta en un campo entre Córdoba y Santa fe, en Cabeza de tigre. Las actas son robadas, se pierden para siempre. Somos un país sin documento de identidad original, apenas conservamos las copias.

– ¿Se refiere a nuestra identidad como argentinos?

-En ese paraje, antiguo refugio de jaguares, se pierde un pedazo de la historia. Cabeza de Tigre funciona como un aleph secreto, como un prisma que descompone y vuelve a sintetizar a la patria.

La identidad es motor de toda novela. Si nos remontamos a Cervantes tenemos al pobre Hidalgo, Alonso Quijano que inaugura la historia del arte de la novela mediante tres preguntas: ¿Qué es la identidad de un individuo? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el amor?

Hay una verdad metafísica que justifica el paso del hombre por la vida, esa verdad para José Antonio está dada por el hallazgo de las Actas y por ajusticiar a un cómplice del asesinato de su suegra.

– ¿Cómo lograste ese entrecruzamiento de tres tiempos históricos?

– La fábula, la narración oral son los primeros relatos que sobreviven bajo el manto del misterio. Se asiste a una escena que lleva miles de años en su interior como es el caso del pesebre, aquello donde las palabras huelgan porque lo mistérico lo ocupa todo y da origen a una narración silenciosa. En cabeza de Tigre hay un hombre que cuenta historias a sus hijos.

– En tus novelas,¿ cuánto hay de historia y cuanto de ficción?

– Escribir una novela es siempre una búsqueda del ser. Creo que escribimos para conocernos hilvanando historias. La novela histórica “podría definirse como un acuerdo -quizá siempre violado- entre «verdad», que está del lado de la historia y «mentira», que está del lado de la ficción”. La novela histórica es un oxímoron. Me baso en hechos históricos y ellos me sirven para entrelazar, crear amores, venganzas y todo aquello que  es común a los sentimientos humanos.

En síntesis, la escritura de la historia, ya sea en la novela o en un ensayo historiográfico, intenta entender el pasado para aprender de él y así comprender los procesos que contribuyeron a formar las sociedades actuales. Toda escritura y reescritura de la historia es subjetiva pero no neutral.

Cabeza de Tigre, la patria que nos robaron (Marea) es parte de una trilogía. La primera de esas novelas se llamó Monteagudo, anatomía de una revolución (Alfaguara), y la última también publicada por Alfaguara saldrá en el mes de junio y se llamará Perder la cabeza, los amores que la historia no perdonó. Hay un personaje llamado Pablo que tiene tres finales distintos en las tres novelas. La historia sea verdadera o ficcional conoce múltiples aristas y todas son válidas.

– ¿Desde la dramaturgia también te gusta contar la historia?

– Hay historias en la veintena de obras teatrales que tengo publicadas, y en cada una de esas historias sobrevive un lenguaje distinto. Dejé de escribir teatro cuando perdí entusiasmo en la búsqueda de nuevos lenguajes teatrales. La historia es un espacio divino para ficcionalizar. Nadie puede discutir los amores de figuras señeras, ni los procederes, porque son hechos que pertenecen al dominio de la intimidad. Y eso no forma por lo general parte de la historia.