Mariano Cornejo
“UN CONJURO PARA EL MIEDO Y EL ENCIERRO”

Hasta el 29 de julio próximo puede verse en la galería BAC, avenida Uruguay 808, la muestra “Jinetes de Julio y otras bestias libres” de Mariano Cornejo.

Cornejo es de esos artistas que dibujan así como respiran, con un impulso vital del que no puede ni desea escapar. Si habla por teléfono hace dibujitos en algún papel, si conduce un vehículo va guardando los colores del paisaje, si sube a un cerro se imanta con la expresión de los antiguos habitantes americanos y luego todo lo traduce a su obra. En plástica, pero también en poesía.

Es salteño, bien se sabe, pero desde que se fue a Buenos Aires, hace más de cuarenta años, y luego al mundo a estudiar y trabajar, no deja de volver y recorrer su provincia que parece nutrirlo de una manera incesante.

Su obra, presentada en cientos de exposiciones, premiada tantas veces, se materializa en esculturas, dibujos, geometrías; en animales, paisajes y abstracciones que hablan de su interior pero también de su circunstancia.

Charlamos con él, en BAC, en una fría tarde del invierno 2022, rodeados de la exuberancia de su nueva serie, todas realizadas con trazos firmes y dinámicos, como caballos briosos que galopan en libertad, aunque también pueblan las paredes jaguares, loros, monos, los caballos juegan un rol preponderante en una producción realizada en diferentes técnicas, collages, acuarela y grafito, gouache sobre papel

– Esta muestra surgió en plena pandemia y parece hablar de libertad…

– Sí, me pasó como a todos. Venía trabajando en la serie de las Geometrías imperfectas, que recién ahora puedo retomar y el encierro me llevó a crear esto. La pandemia me tocó en el conurbano bonaerense con la policía dando vueltas, con persecuciones, con un fascismo ejercido desde el gobierno inútilmente. Me encerré en mi taller, con lo necesario, pero sobre todo con papel y pintura, que escasearon rápidamente porque ya habían cerrado los lugares de venta de materiales, así que exploté al máximo lo que tenía, en algunas obras por ejemplo, usé papel misionero que es el de cemento.

Estuve ocho meses literalmente encerrado, mi taller es casi en el campo pero no se sentía pasar ni un auto, una sensación muy extraña. Entonces no podía seguir con el trabajo tan de auto control como es el de las geometrías. Necesitaba gritar, explotar.

¿Estas obras son tus gritos entonces?

– Claro, estas obras fueron un conjuro para el miedo y el encierro. Todos estos bichos que pinté están en movimiento, en libertad. Agradezco tener mi arte que es mediato, pienso en los músicos, como mi hija, en los actores por ejemplo, que tienen un arte inmediato y lo mal que la habrán pasado.

Fue un tiempo doloroso, uno trata de borrarlo y ahora que veo mi obra enmarcada y expuesta se me ocurre que pasó hace mucho pero no, ¡esto es muy reciente!

Y recién ahora cuando envié la obra para Salta y la saqué del taller, recién ahora pude retomar mis geometrías – dice vehemente-

 – Siempre los animales, los caballos…

– Sí, es que desde muy joven me encantaba andar por los cerros solo o con los amigos, a caballo o caminando. Son ramalazos de la memoria, siempre en mi obra hay quirquinchos, loros, gallos, pero esa transmisión de fuerzas que le da la naturaleza al caballo y el caballo a la persona, para mí es la libertad. Es un animal que me produce plenamente esa sensación de belleza, fuerza y libertad. El concepto de caballo se pega con mi propia experiencia, yo también soy naturaleza, soy animal. El hombre y el animal se juntan en el arquetipo de libertad.

– ¿Te fijás un concepto para empezar a trabajar?

– No, no pienso cuando pinto, es como un acto compulsivo. Hay un nivel de pensamiento o meditación que creo tenemos los artistas que es de pura sensación plástica, le doy mucha bola a eso, es un trabajo constante. Puedo estar en cualquier situación: un colectivo o cantando en La Casona y siento esa forma plástica.

Y cuando vino la pandemia me dí cuenta que necesitaba sacar la fuerza del brazo chorreando tinta y bueno, saqué los caballos…

Fue una especie de momento zen. Irrespetuosamente escribo en el catálogo que tuve el gesto de hacer la pintura de la antigua escuela japonesa Sumi E, una actividad que en tantos años nunca había hecho, menos en estos tamaños y que admiré siempre. Al contrario de la geometría imperfecta que es como un bordado, esto se resuelve en segundos, es veloz, pero implica antes un estado de concentración enorme. No hay bocetos, no se puede corregir nada, tratas de visualizar antes, internalizar la figura respecto del espacio y empezás a tirar la pintura con el movimiento rápido de la mano.

 – ¿Y si no queda bien?, ¿te pasó que algunas obras no te gustaran?

– Sí, o de querer corregir y arruinarle la gracia o la frescura, acá no se puede corregir nada. Siempre laburo mucho, es cierto, pero para esta muestra con cuarenta y pico de obras, deben haber quedado unas cincuenta en mi taller, las que considero los patitos feos y las privadas.

Acá es sólo un impulso detrás de la idea pero un trabajo urge al próximo y al final del día había saltado olas, cruzado precipicios, había tenido la velocidad del sol, había dominado un caballo, abrazado a un amigo.

¿Cómo vivís este tiempo político, ya post pandemia?

– Si nos vamos a ese tema te diría que está tan devaluada y tan corrompida la democracia…y no aparece un centro, una opción que reafirme los verdaderos derechos humanos y la libertad. Me rebela el nivel de impunidad y de mentiras que tenemos en nuestro país.

Lo que me indigna de lo que está pasando, además de la pobreza, es que pareciera que en estos últimos años para hablar tuviéramos que ser afectos a la línea del gobierno. Es un secuestro del concepto de libertad, de los derechos humanos y del ser artista. Eso de apoderarse de los símbolos me parece tremendo, es una utilización de la democracia y de todos estos conceptos, que me molesta.

Son las consecuencias del populismo y del relato.Yo mismo y algunos otros artistas hemos sido proscriptos o desplazados de las actividades artísticas en estos últimos años.

¿Pensás que los artistas tienen que hablar de la realidad?

– No se. Creo que la realidad se denuncia a sí misma. También es una falacia esa obligación de ser bocina de la realidad. El artista tiene que tener absoluta libertad.

Hay un arco aún mayor que se llama arte y que es hasta ajeno al propio artista. El arte te toma, te posee y sale disparado. Si se es artista se es comprometido, ahora no todo aquel que es comprometido es artista.

Cuando veo que el artista chapalea en las verdades que andan dando vueltas, que hoy son estas y mañana son otras, inmediatamente desconfío. Veo mucho oportunismo artístico también, mucho pensamiento políticamente correcto. Abomino de eso.

La palabra artista como la palabra libertad son una suerte de comodín de las naipes, si yo tomo un bastón y rompo el vidrio del cuadro y digo “es un hecho artístico” y algún curador lo afirma, se da por hecho que es arte y ¿sabés qué? es una cagada.

– ¿Qué es el arte entonces?

– El arte tiene el poder alquímico de transformar la energía negativa en positiva.

No todos quienes se llaman artistas tienen ese poder de transformar el dolor en energía. No voy a decir que yo lo tengo, pero sí se que a mi me funciona. No se si les funciona a los demás, a los espectadores.

¿Sabés que?, a mi me gusta pensar que no hay arte si no hay vidrio interno para moler, espinas internas, con eso hacés arte.

Un día se verá que esta serie de jinetes “culo pila” corriendo de aquí para allá que conforman esta muestra, estuvo hecha en una democracia que casi bordea el poder hegemónico y durante una pandemia.

No me propuse hacer un alegato, porque en mi obra no vas a ver nunca definiciones políticas pero por supuesto que mi muestra también es un hecho político.

Me salió hacer estos caballos corriendo, pueden parecer obras agradables, armónicas, pero hay algunas que son machetazos, son gritos violentos.

– ¿A nivel artístico, saliste diferente de la pandemia?

– No, no me siento diferente. Descubrí otro pliegue de artista que tenía adentro

 – ¿Qué se viene?

– Hace unos meses retomé las geometrías, que voy a presentar el año que viene en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta y también en Buenos Aires, en Galería Palatina, pero todo eso que parecían aguayos comenzaron a inquietarse y a moverse. Te muestro algo ya -dice- (saca al celular y muestra fotos de paredes llenas de trabajos) – hay laberintos, meandros, lazos.

Hay otros caminos y siempre urgente, la necesidad de libertad.

 

(Patricia Patocco)