MIRO, EL DUEÑO DE LOS COLORES

 

El 13 de Febrero de 2024, por la noche, un fuerte sismo ocurrió en el Océano Pacífico, con epicentro en Coquimbo, Chile.

Su magnitud seis sacudió toda la región y generó preocupación en toda la región, incluídas las provincias de San Juan y Mendoza, en Argentina.

Esa ciudad costera de Chile, tierra de pescadores, fue el lugar de nacimiento de

José Delimiro Barraza, el “Miro”, pero no era un sitio que quisiera recordar.

Quizás porque en su infancia todo le costó mucho, el mejor recuerdo que tenía era el de pintar, siempre pintar como el momento más feliz.

Se radicó tan niño en Salta que su primer premio en un concurso de manchas tuvo que ser firmado por su madre, él todavía no sabía firmar. Y de allí no paró de dibujar jamás, hasta que la casualidad lo encontró con Carlos “Pajita” García Bes, que lo vió dibujando un paisaje y le insistió en entrar a estudiar a la escuela de Bellas Artes.

Allí estudió con grandes maestros de la plástica, encontró canales para su temprana vocación e hizo de la docencia y la plástica, su vida.

Ganó premios, dibujó, pintó, grabó, hizo escenografías, diseñó vestuarios, actuó en cortos, películas, publicidades. Le gustaba tallar, hacer carpintería, hacer títeres “casi solo me falta tejer”- decía

“El arte es la vida – dijo alguna vez- si no existiera, no se…yo sería un tipo oscuro y aburrido. Gracias al arte tengo buen humor: me faltan muchísimas cosas, pero soy feliz siendo artista”

Miro Barraza, como se lo conocía, reía, siempre reía como un niño pero como era temperamental también se enojaba en la misma medida cuando por ejemplo no dejaban entrar a sus alumnos de Bellas Artes alguna muestra.

Un hombre sencillo, auto exigente, un gran artista popular comprometido absolutamente con el trabajo porque así como reía, bailaba y divertía a su gran familia, a sus amigos o alumnos, cuando tenía una obligación… tomaba su sombrero, sacaba escaleras, herramientas y pintura y allá iba, dispuesto a hacer o morir.

La última tarde del Carnaval del 2024, aun con olor a albahaca en el aire, guardó sus pinceles en el bolsillo y se fue a pintar otros cielos, lunas y soles.

Estaba enfermo, ya pasaba los 80 años, pero la noticia conmovió a todos.

Se sacudió todo el ambiente artístico de Salta, cada cual con su recuerdo, su anécdota, su foto.

Si hasta se sacudió la tierra, allá lejos en Coquimbo, despidiendo a uno de sus hijos más particulares, a uno de los imprescindibles.

Un rosa color lila, con aroma a jazmín – esa rareza que lo acompañaba hace tantos años- floreció en su nombre ese día temprano.

 

 

( Patricia Patocco)