ROBERTO BOLAÑO, UNA ÉPICA DEL FRACASO

En los años 70 surgió en Méjico D.F. un grupo de poetas entre los que se destacó Roberto Bolaño (Santiago de Chile,1953_Barcelona,2003) quien junto a otros fundó el “Movimiento infrarrealista”. Herederos de los beatniks, del libertario surrealismo, del nomadismo situacionista, de los lenguajes innovadores de la literatura latinoamericana, tuvieron como lema una consigna que iba por todo:”Volarle la tapa de los sesos  a la cultura oficial”. En su célebre novela “Los detectives salvajes”, el chileno da cuenta de la” pandilla salvaje” de escritores que trastorno los códigos por los que transitaban la poesía y la novela, al tiempo que consuma el parricidio de intocables como García Márquez, Paz o Neruda.

La literatura de Bolaño esta signada por la gran derrota de los movimientos  rebeldes que estremecieron a Latinoamérica y cuyos actores principales fueron masacrados en Tlatelolco, en el Chile de Allende, en la Argentina del 76: “Soñábamos con la utopía y nos despertamos gritando” dice Bolaño en el Manifiesto fundacional. Pero a diferencia de Dalton, de Adoum, de Urondo o Gelman, escrituras bifrontes que denuncian el horror y al mismo tiempo afirman la fe en el porvenir, en Bolaño el horizonte revolucionario está clausurado. Su poética es un vanguardismo trágico cuya apuesta es reinventarse en el plano de una estética capaz de demolerlo todo, incluida la esperanza.

Bolaño, ese atormentado flâneur que deambula junto a sus amigos en un “ir y venir entre vendedores ambulantes y borrachos, con el verbo desbocado por las  calles” encuentra que la vida es su taller de poesía. Pero su errancia incluye tambien una voracidad de lecturas en diferentes idiomas que dejaron sus huellas en resplandecientes textos como “La universidad desconocida”,”Los detectives salvajes”,”Los perros románticos”

y una novela póstuma “2666” que ubica a su autor “junto a Cervantes, Melville, Proust y Musil”( Fresan)

Bolaño buscó y encontró “ la belleza absoluta, la que contiene toda la grandeza y la miseria del mundo/y que sólo es visible para quienes aman”.De la intemperie nacida del fracaso, de la barbarie de la usura triunfante , de los pecios del naufragio de toda una generación, Bolaño extrajo las materiales con los que construyó esta casa, este refugio, este fuego que vive y arde sin tregua en su poesía.

 

LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años

y estaba loco.

Había perdido un país

pero había ganado un sueño.

Y si tenía ese sueño

lo demás no importaba.

Ni trabajar ni rezar

ni estudiar en la madrugada

junto a los perros románticos.

Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.

Una habitación de madera,

en penumbras,

en uno de los pulmones del trópico.

Y a veces me volvía dentro de mí

y visitaba el sueño: estatua eternizada

en pensamientos líquidos,

un gusano blanco retorciéndose

en el amor.

Un amor desbocado.

Un sueño dentro de otro sueño.

Y la pesadilla me decía: crecerás.

Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto

y olvidarás.

Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.

Estoy aquí, dije, con los perros románticos

y aquí me voy a quedar.

 

 

AUTORRETRATO A LOS VEINTE AÑOS

 

Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca

hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno de miedo,

se me aflojó el estómago y me zumbaba la cabeza:

yo creo que era el aire frío de los muertos.

No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena

acabar tan pronto, pero por otra parte

escuché aquella llamada misteriosa y convincente.

O la escuchas o no la escuchas, y yo la escuché

y casi me eché a llorar: un sonido terrible,

nacido en el aire y en el mar.

Un escudo y una espada. Entonces,

pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla

junto a la mejilla de la muerte.

Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver

aquel espectáculo extraño, lento y extraño,

aunque empotrado en una realidad velocísima:

miles de muchachos como yo, lampiños

o barbudos, pero latinoamericanos todos,

juntando sus mejillas con la muerte.

 

EN LA SALA DE LECTURAS DEL INFIERNO

 

En la sala de lecturas del Infierno En el club

de aficionados a la ciencia-ficción

En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito

En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro

Y cada instante es mejor y menos importante

Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces

los ojos verdes Y 26 años Un servidor.

 

EL MONO EXTERIOR

 

¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?

La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta

la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula

en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces

rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración.

Caminaste como un mono infatigable entre los dioses

pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba

sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,

sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías

alcanzar el árbol y el pájaro, los restos

de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma

regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen

las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz

vida

a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!

 

 

SUCIO, MAL VESTIDO

 

En el camino de los perros mi alma encontró

a mi corazón. Destrozado, pero vivo,

sucio, mal vestido y lleno de amor.

En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.

Un camino que sólo recorren los poetas

cuando ya no les queda nada por hacer.

¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía!

Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar

por las hormigas rojas y también

por las hormigas negras, recorriendo las aldeas

vacías: el espanto que se elevaba

hasta tocar las estrellas.

Un chileno educado en México lo puede soportar todo,

pensaba, pero no era verdad.

Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían

unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos,

el río del ser, el río del ser, el éxtasis

que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas.

Sumulistas y teólogos, adivinadores

y salteadores de caminos emergieron

como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica.

Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones.

Sólo el amor y la memoria.

No estos caminos ni estas llanuras.

No estos laberintos.

Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.

Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.

Soñé con detectives helados en el gran

refrigerador de Los Ángeles

en el gran refrigerador de México D.F.

 

LOS DETECTIVES PERDIDOS

 

Los detectives perdidos en la ciudad oscura.

Oí sus gemidos.

Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.

Una voz que avanza como una flecha.

Sombra de cafés y parques

Frecuentados en la adolescencia.

Los detectives que observan

Sus manos abiertas,

El destino manchado con la propia sangre.

Y tú no puedes ni siquiera recordar

En dónde estuvo la herida,

Los rostros que una vez amaste,

La mujer que te salvó la vida.

 

 

LOS DETECTIVES HELADOS

Soñé con detectives helados, detectives latinoamericanos

que intentaban mantener los ojos abiertos

en medio del sueño.

Soñé con crímenes horribles

y con tipos cuidadosos

que procuraban no pisar los charcos de sangre

y al mismo tiempo abarcar con una sola mirada

el escenario del crimen.

Soñé con detectives perdidos

en el espejo convexo de los Arnolfini:

nuestra época, nuestras perspectivas,

nuestros modelos del Espanto.

 

 

 

 

 

 

EL FANTASMA DE EDNA LIEBERMAN

 

Te visitan en la hora más oscura

todos tus amores perdidos.

El camino de tierra que conducía al manicomio

se despliega otra vez como los ojos

de Edna Lieberman,

como sólo podían sus ojos

elevarse por encima de las ciudades

y brillar.

Y brillan nuevamente para ti

los ojos de Edna

detrás del aro de fuego

que antes era el camino de tierra,

la senda que recorriste de noche,

ida y vuelta,

una y otra vez,

buscándola o acaso

buscando tu sombra.

Y despiertas silenciosamente

y los ojos de Edna

están allí.

Entre la luna y el aro de fuego,

leyendo a sus poetas mexicanos

favoritos.

¿Y a Gilberto Owen,

lo has leído?,

dicen tus labios sin sonido,

dice tu respiración

y tu sangre que circula

como la luz de un faro.

Pero son sus ojos el faro

que atraviesa tu silencio.

Sus ojos que son como el libro

de geografía ideal:

los mapas de la pesadilla pura.

Y tu sangre ilumina

los estantes con libros, las sillas

con libros, el suelo

lleno de libros apilados.

Pero los ojos de Edna

sólo te buscan a ti.

Sus ojos son el libro

más buscado.

Demasiado tarde

lo has entendido, pero

no importa.

En el sueño vuelves

a estrechar sus manos,

y ya no pides nada.

 

 

GODZILLA EN MÉXICO

Atiende esto, hijo mío: las bombas caían

sobre la ciudad de México

pero nadie se daba cuenta.

El aire llevó el veneno a través

de las calles y las ventanas abiertas.

Tú acababas de comer y veías en la tele

los dibujos animados.

Yo leía en la habitación de al lado

cuando supe que íbamos a morir.

Pese al mareo y las náuseas me arrastré

hasta el comedor y te encontré en el suelo.

Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba

y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte

sino que íbamos a iniciar un viaje,

uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.

Al marcharse, la muerte ni siquiera

nos cerró los ojos.

¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,

¿hormigas, abejas, cifras equivocadas

en la gran sopa podrida del azar?

Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,

héroes públicos y secretos.

 

 

PALINGENESIA

Estaba conversando con Archibald MacLeish en el bar

«Los Marinos»

de la Barceloneta cuando la vi aparecer, una estatua de

yeso

caminando penosamente sobre los adoquines. Mi

interlocutorttambién la vio y envió a un mozo a buscarla. Durante los

primeros

minutos ella no dijo una palabra. MacLeish pidió consomé y tapas

de Mariscos, pan de payés con tomate y aceite, y cerveza

San Miguel.

Yo me conformé con una infusión de manzanilla y rodajas

de pan

integral. Debía cuidarme, dije. Entonces ella se decidió

a hablar:

Los bárbaros avanzan, susurró melodiosamente, una

masa disforme,

grávida de aullidos y juramentos, una larga noche

manteada

para iluminar el matrimonio de los músculos y la grasa.

Luego

su voz se apagó y dedicóse a ingerir las viandas. Una

mujer Hambrienta y hermosa, dijo

MacLeish, una tentación

irresistible

para dos poetas, si bien de diferentes lenguas, del mismo

indómito

Nuevo Mundo. Le di la razón sin entender del todos sus

palabras

y cerré los ojos. Cuando desperté MacLeish se había ido.

La estatua

estaba allí, en la calle, sus restos esparcidos entre la

irregular

acera y los viejos adoquines. El cielo, horas antes azul,

se había vuelto

negro como un rencor insuperable. Va a llover, dijo un

niño

descalzo, temblando sin motivo aparente. Nos miramos

un rato:

con el dedo indicó LOS TROZOS DE YESO EN EL SUELO.

Nieve, dijo.

No tiembles, respondí, no ocurrirá nada, la pesadilla,

aunque cercana,

Ha pasado sin apenas tocarnos.

 

 

RAYOS X

Si miramos con rayos X la casa del paciente

veremos los fantasmas de los libros en estanterías

silenciosas

o apilados en el pasillo o sobre veladores y mesas.

También veremos una libreta con dibujos, líneas y

flechas

que divergen y se intersecan: son los viajes en compañía

de la muerte. Pero la muerte, pese al soberbio

aide- mémoire,

aun no a triunfado. Los rayos X nos dicen que el

tiempo

se ensancha y adelgaza como la cola de un cometa

en el interior de la casa. La vida aún da los mejores

frutos. Y así como el mar prometió a Jaufré Rudel

la visión del amor, esta casa cercana al mar promete

a su habitante el sueño de la torre destruida y

construida.

Si miramos, no obstante, con rayos X el interior del hombre

veremos huesos y sombras: fantasmas de fiestas

y paisajes en movimiento como contemplados desde un

avión

en barrena. Veremos los ojos que él vio, los labios

que sus dedos rozaron, un cuerpo surgido

de un temporal de nieve. Y veremos el cuerpo desnudo

tal como él lo vio, y los ojos y los labios que rozó,

y sabremos que no hay remedio.