VOLABAN SUS MANOS

“Volaban sus manos… se  acuerda?”- me preguntó Liendro, el letrista y yo no me acordaba…aunque lo había visto tantas veces…

“Él colocaba todas las palabras que ya había armado del Letraset sobre el tablero y los dibujos y fotos…y con sus dedos largos movía las manos sobre ellas y las arrastraba hacia la cartulina, dos o tres pases mágicos y ya había armado la composición del aviso.

¡Movía las manos de una manera!…que yo me quedaba hipnotizado mirando, le juro…parecía que las letritas le hacían caso y se pegaban a los dedos y las llevaba más arriba, más al costado…Sus manos eran como mariposas que volaban sobre la cartulina y la convertían en un aviso para el diario”- terminó de contar Liendro.

Hablaba de las manos de mi papá, Alberto Patocco, que hoy hubiera cumplido 83 años.

Mi padre fue publicista, entre el 60 y el 80, décadas en las que los originales se hacían a mano y había que ser dibujante para ello. Las palabras de los avisos se hacían con Letraset, ese sistema que algunos memoriosos recordarán…letra por letra en el papel, hasta lograr la palabra que junto al dibujo conformarían el aviso original. Se armaba sobre una cartulina, con un prolijo papel manteca que la protegía.

Liendro era letrista, un oficio que ya casi no existe. Pintaba carteles directamente sobre las paredes, con pericia inusitada y se habían conocido por ahí, por la vida.

Ninguna de esas formas de trabajo existen hoy y mi papá tampoco…

O si…quizás en la tarta de manzanas que sus hijas hacemos por estos días, en el recuerdo de su “salutte a casa”, en Herman Hess, en un dibujo de Paul Gauguin o en un poema hoy hallado, al abrir un autor cualquiera.

Aún vive, claro…Vive en el recuerdo de ternura y dignidad que dejó en este mundo y en su exquisita manera de vivir, lejos

Gracias Liendo por el recuerdo y por contármelo.

LAS MANOS

Mi padre vino desde tan lejos

cruzó los mares,

caminó

y se inventó caminos,

hasta terminar dejándome sólo estas manos

y enterrando las suyas

como dos tiernísimas frutas ya apagadas.

 

Digo que bien pueden ser éstas sus manos

encendidas también con la estampa de Utamaro

del hombre tenue bajo la lluvia.

 

Sin embargo, la gente repite que son mías

aunque mi padre

multiplicó sus manos

sólo por dos o tres circunstancias de la vida

o porque no quiso que otras manos

pesasen sobre su pecho silenciado.

 

Pero es bien sencillo comprender

que con estas manos

también enterrarán un poco a mi padre,

a su venida desde tan lejos,

a su ternura que supo modelar sobre mis cabellos

cuando él tenía sus manos para coger cualquier viento,

de cualquier  tierra.

 

( José Watanabe, poeta peruano, premio Lezama Lima en Casa de las Américas)