Carlos J. Aldazábal
POETA PREMIADO POR EL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES

 

Carlos J. Aldazábal acaba de obtener un prestigioso premio nacional en poesía, el otorgado por el Fondo Nacional de las Artes.

Es salteño, nacido en 1974 y vive hace muchos años en Buenos Aires, aunque vuelve por estas tierras muy seguido.

Poeta con muchas obras publicadas, entre las últimas se cuentan Piedra al pecho (Valparaíso, 2013), Camerata carioca (Valparaíso, 2016) y Mauritania es un país con nieve (Algaida, 2019), pero también escribe ensayos y narrativa y es director de la editorial de poesía El suri porfiado.

Carlos es un poeta interesado en muchos temas de la vida, la antropología, los ecocidios, la naturaleza, el feminismo, las ausencias, el tiempo, el amor,  y tantos otros que hacen a la esencia del ser humano son los que desgrana en sus obras.

Entre las distinciones por ellas obtuvo, entre otros, el Primer Premio Regional de Poesía (NOA) de la Secretaría de Cultura de la Nación (1997), el Primer Premio en Poesía del II Concurso “Identidad, de las huellas a la palabra”, organizado por Abuelas de Plaza de Mayo (2001), el Premio Alhambra de Poesía Americana (Granada, España, 2013) y el XLIII Premio Ciudad de Irún de Poesía en Castellano (País Vasco, España, 2019). En 2009 obtuvo el Primer Premio en Ensayo del Fondo Nacional de las Artes y en 2016 una Beca a la Creación. Es coordinador del Espacio Literario Juan L Ortiz en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeña como docente.ARTENAUTAS lo convocó al diálogo sobre “Paraje”, la obra que obtuvo este importante premio y que en breve estará publicado “En ediciones del Suri Porfiado”, como corresponde”- afirma- ya que este caso el premio consiste en una suma de dinero y la publicación corre por cuenta del autor. Y a propósito, hacia el final de esta nota podrán leer un par de poemas de los recientemente galardonados, aún inéditos.

– ¿Cómo recibiste esta noticia? veo por tu decir en otras entrevistas que te encanta que el nombre del premio sea Olga Orozco…

-El libro se llama «Paraje». Sí, estoy muy contento,  empezando por el nombre del Premio. Tuve la suerte de conocer a la querida poeta Olga Orozco. Recuerdo que me invitó a tomar el té en su casa cuando le llevé mi primer libro publicado, allá por 1996. Luego de su muerte estuve en Toay, el pueblo de su infancia,  al que ella le donó su biblioteca personal, y para mi sorpresa ahí estaba mi librito…es que además de ser una gran poeta era muy generosa con los jóvenes.

– ¿Qué tema aborda tu obra “Paraje”?

– Es un libro que tiene mucho que ver con la cultura wichí. Responde a una línea de escritura a la que yo llamo «poesía antropológica «. En esa tónica escribí y publiqué otro libro titulado «Nadie enduela su voz como plegaria» (2003) muy vinculado a la cultura selknam de Tierra del Fuego.

– ¿En qué «tribu» poética te ubicarías?

– En ninguna. Pero me siento muy vinculado a la tradición poética de nuestra provincia. Tuvimos y tenemos grandes poetas y eso para mí, además de ser motivo de orgullo, implica una gran responsabilidad.

– ¿Necesitás de la experiencia o del viaje para la escritura de poesía?

– Para este libro hubo viaje (a Santa Victoria Este y los parajes de los alrededores). En este punto la novela Eisejuaz de Sara Gallardo fue fundamental, lo mismo que los trabajos de ese gran difusor de la cultura wichí que fue Laureano Segovia, son formas de investigación previas a la creación.

Como decíamos, Carlos no vive en Salta, pero está absolutamente vinculado a la provincia y cíclicamente vuelve a su tierra y a sus amigos. “En enero estuve. Fui al Abra del Acay a llevar las cenizas de mi perro. Seguramente salga algún poema, al menos, de ese viaje”

– ¿Como se llevaron en vos, la poesía con el encierro y la pandemia?

– No escribí mucho en pandemia, pero sí hay planes de escritura. De momento la estoy transitando con calma y esperanzado con el proceso de vacunación que  estamos teniendo en el país

Escribís también en otros registros, ensayos y hasta hay una novela en danza, ¿cuándo la veremos?

– En 2009 gané el premio del Fondo Nacional de las Artes en ensayo.

Ese libro, que fue mi tesis de maestría,  era sobre el Dúo Salteño, artistas fundamentales,  en mi opinión,  para nuestra cultura.  Tengo también una novelita inédita, pero creo que va a seguir así, al menos por ahora. Tengo que ponerme a trabajar más seriamente en mi narrativa.

– Tenés la ductilidad de abordar diferentes tipos de escritura, pero en qué momento sabes hacia dónde te dirigís con cada creación?

– Creo que siempre se trata de la poesía. Sea el género que sea, lo que me interesa es que eso que escribo respire poesía. No sé si lo logro siempre, pero es a lo que aspiro. Mis últimos libros publicados son de poemas, y es donde me siento más cómodo, de momento estoy por ahí.

  • ¿Cómo es el momento en que aparece un poema?

 – El poema puede aparecer con urgencia, o puede aparecer pausado. No hay fórmulas, Pero hay algo, una intuición, que dice que está presente. Se trata de eso, de percibirlo, de tener el oído atento para escucharlo y transmitirlo.

– ¿Qué estás leyendo ahora?

– Leo mucha Poesía (así, con mayúsculas). Por ejemplo, hace poco publicamos en El Suri Porfiado a un gran poeta correntino de la generación del 50, David Martínez, una voz que merece la pena ser rescatada.

– La antropología y el feminismo están muy presentes en tu obra, ¿por qué te interesan?

 – Soy Doctor en Ciencias Sociales, y siempre me interesó ese cruce entre literatura y otros registros. Mi vínculo más fuerte con la antropología fue conocer a Anne Chapman, la antropóloga feminista que trabajó con las últimas mujeres selknam. Y tengo amigos antropólogos salteños, como Guillermo Wilde y Juan Martín Leguizamón, quien, sin ir más lejos, me orientó bastante, junto al querido poeta Carlos Müller, en el viaje que hice al Chaco para este libro.

Creo por otra parte, que el feminismo en estos momentos, es un aporte fundamental para las Ciencias Sociales,  pero también para las posibilidades de una democratización profunda, que no se quede en la superficie. En este punto la llamada «marea verde» me parece que ha sido un buen ejemplo de esto.

-¿Finalmente cómo es tu tarea de editor en el Suri, como elegís a los autores?

– El Suri surgió como un proyecto federal de poesía.  Un proyecto de poetas para difundir la poesía que nos interesaba. En estos momentos de pandemia, la página ha demostrado ser un instrumento útil,  sobre todo porque también se puede acceder por ahí a libros digitales. El sitio es elsuriporfiado.are invito a las personas interesadas en poesía a visitarlo

(Patricia Patocco)

 

Por gentileza del autor reproducimos dos poemas aún inéditos, de los recientemente premiados por el Fondo Nacional de las Artes.

Luna (Iwela)

Otra vez la palabra escupió en mis ojos

y entonces vi a la luna, ladrona de almas,

reteniendo la risa de los niños,

la pena de los niños,

los huesos de los niños

y también sus canciones.

 

 

Entonces le imploré:

“Luna, señora de luz blanca,

ese niño que lleva de la mano,

ese niño que lleva del pescuezo,

esa mujer llorona y desvalida,

ese anciano quejoso,

esas almas que pueblan sus praderas,

deben volver, Señora”.

 

Y todas las almas cantaron a la luna

para que la luna duerma,

y fue pesado el sueño de la luna,

y fue sutil la marcha de las almas.

 

Entonces viste el mundo,

pequeña bendición salvada de la luna.

En los brazos de tu madre pudieron verte todos,

y en mis ojos abiertos de palabra tu risa iluminó mi oscuridad.

 

 Monte (Tayhi)

En el horizonte divisé un resplandor.

Pudo ser el amanecer o la tarde, pero no era nada de eso.

Se trataba del límite del monte,

y en esa playa que daba al río

el límite era una chispa que salpicaba la oscuridad.

Porque en la noche el espíritu del monte dice

“Visionario sereno, te entrego estas imágenes”,

y su decir es una explicación de algún misterio,

y ese misterio es parte de su espíritu,

cerrazón donde los monos se aparean,

donde el puma caza, y la lampalagua hace la digestión.

En el monte las luciérnagas se sonrojan y se ocultan,

discretas ante la levedad de la corzuela.

Y en el monte las lechuzas desenrollan

la sabiduría de la oscuridad,

de lo que no se comprende pero se presiente.

“Visionario sereno, te entrego estas imágenes”.

Y un pavor llenó mi alma. Y los espíritus hablaron por mi boca.

Y temblé y tuve odio, y tuve hambre y pena,

y me arrastraba moribundo por mi propia premonición.

Yo era el monte, y entraba en mi agonía,

desahuciado, hundido, terriblemente solo,

abandonado en la soledad de lo que muere.